Tenía ya todo preparado para comentar en este mi regreso a esta columna los avatares del pasado debate del Senado. Cómo me quedé gratamente sorprendida cuando sus señorías, lo primero que hicieron, fue recordar a las cuatro mujeres asesinadas por la violencia machista durante el verano –María Trinidad, Abigail, María del Carmen y Eva María– y guardaron un minuto de silencio por ellas. Después, llegó la pelea de gallos encarnados en un Sánchez y Feijóo y todo se tornó casposo, por momentos infumable.

Sin embargo, la muerte de la reina Isabel II obliga a hacer un alto en el camino. Dejo para expertos y analistas cuál ha sido su papel dentro de la Historia. A pesar de mi condición republicana no puedo más que reconocer que ella en sí misma es y será ya para siempre la Historia con mayúsculas. Con claroscuros, cierto, pero protagonista de las decisiones más importantes de casi todo un siglo.

En mi visita a Londres hace unos años descubrí cerca de Buckingham Palace una pequeña tienda dedicada exclusivamente a recuerdos de Isabel II. Había de todo, desde delantales a tazas, bolas de nieve, banderines. Lo impensable y más. Un merchandising irreproducible para recordar cualquier otra figura, monarca o no. Y así entendí que ella, y solo ella, ha sido capaz de concentrar el orgullo de un país hasta tal punto de hacerla inmortal en un recuerdo turístico.

El periódico The Sun resumía esta misma idea con un sencillo “Madre de una nación”. Es curioso que su último aliento haya sido en Escocia, donde se batalla por separarse de Reino Unido desde el siglo XIII. Una coincidencia cuando menos reseñable que no marca sino el inicio de un nuevo rumbo para el Reino Unido.

Isabel II se ha llevado con ella el elemento vertebrador y de orgullo que representaba para (casi) todo un país. Le sucede en el trono su hijo Carlos, cuya figura, me temo, no creo que dé para ser rentable como recuerdo turístico. Dice la frase “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando” para expresar que da igual una cosa que la otra. Qué quieren que les diga. En este caso, lo dudo mucho.