Cuántas ganas teníamos de ver de nuevo a Celedón cruzar la Virgen Blanca. No hay más que ver cómo estaba este jueves la plaza a más de una hora del chupinazo, a pesar de que el sol y el calor apenas dieron tregua a los valientes que quisieron vivir en primera línea el inicio de las fiestas tras tres años huérfanos de unas fechas marcadas en rojo en el calendario de los alaveses. Y es que las Fiestas de La Blanca no son tanto de Vitoria como de los vitorianos. Un momento en el que juntarse, celebrar, desconectar de nuestras preocupaciones y sobre todo disfrutar. En definitiva, se trata de unos días de felicidad y es precisamente por ello por lo que los alaveses tenemos también la responsabilidad de cuidarlos, dar ejemplo y evitar que la que para muchos es la mejor semana del año se convierta para algunos en un auténtico infierno. La violencia, los disgustos derivados de los excesos y, sobre todo, las agresiones sexistas son una sombra que planea sobre las fiestas como esta en las que, por pura estadística, es complicado no encontrarse con algún que otro animal con más ganas de molestar que cerebro. Por esa razón no hago extensible mi felicitación de las fiestas a todo el mundo, solo a esa mayoría que las disfruta de verdad, con respeto a los demás. Ellos son las Fiestas de La Blanca.