añones o mantequilla” es el ejemplo clásico para ilustrar las alternativas que enfrenta toda sociedad a la hora de invertir recursos escasos, una decisión que siempre tiene un coste de oportunidad, (se gana con la decisión que se adopte, pero se deja de ganar lo que se hubiera obtenido de optar por la decisión alternativa).
Este dilema, popularizado por Paul Samuelson en su manual de introducción a la economía, adquiere hoy un protagonismo que se ilustra bien con dos cumbres internacionales de jefes de gobierno que se van a celebrar en el mes de junio. Por un lado, está previsto que los presidentes de los países del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) celebren una reunión el próximo 24 de junio. Previamente, el pasado 20 de mayo se reunieron los ministros de asuntos exteriores de dichos países para perfilar en el contenido de la cumbre.
La agenda del diálogo estratégico de los presidentes de los gobiernos de este club -reunión a la que en esta ocasión se ha invitado a participar al presidente de Argentina- se centra en promover el multilateralismo, frente a la creciente tendencia a establecer marcos bilaterales de cooperación, en reforzar la coordinación de las políticas macroeconómicas, aportar propuestas para mantener las cadenas industriales y de suministro estables y sin obstáculos mediante inversiones globales en nuevas infraestructuras y modernización de las existentes, e impulsar la recuperación económica mundial, con vistas a lograr un desarrollo global más sólido.
También está previsto que se adopten acuerdos en relación al desarrollo de una economía verde, baja en carbono y circular, recordar al mundo la necesidad de garantizar la plena aplicación del Acuerdo de París sobre la base del principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”, con vistas a lograr un desarrollo mundial más ecológico.
El tercer eje de la discusión apunta a mantener la lucha contra la covid-19, mejorar la cooperación en materia de investigación y producción de vacunas y el reconocimiento mutuo de las normas, impulsar la distribución equitativa y razonable de las vacunas y reforzar la cooperación en materia de salud pública, con vistas a lograr un desarrollo mundial más saludable.
La agenda más política se centra en reforzar la centralidad de la ONU en los asuntos de interés global, modificar las cuotas (y por tanto los votos) en el FMI para que refleje de forma más equitativa la fortaleza económica actual de los diferentes miembros y reforzar la coordinación de los BRICS en los organismos internacionales en los que ostentan representación.
Por otro, está la Cumbre de la OTAN, que tendrá lugar en Madrid del 28 al 30 de junio. En ella se tratará de la admisión de nuevos socios en el club, y de las objeciones de algún que otro país a tal o cual nuevo miembro; de la guerra en Ucrania y de cómo debilitar económica y militarmente a Rusia, del despliegue de nuevos contingentes de armas y soldados de la OTAN en Bulgaria, Rumanía y Eslovaquia -en Hungría, aunque estaba previsto, está por ver que el presidente del club acepte la propuesta de ampliar el contingente militar en dicho país-.
Pero sobre todo se va a hablar de cómo reforzar la intervención de este organismo militar en el resto del mundo, en África, en Oriente Medio y sobre todo en Asia. Es decir, se van dando pasos para convertir a la OTAN en un organismo militar con una proyección bélica mundial más allá del espacio del Atlántico Norte que le da nombre -los primeros ensayos de esta estrategia beneficiaron en su momento los ciudadanos de Irak y Afganistán y, más recientemente, a los libios-.
Y por supuesto, en esta perspectiva, se va a oír alto y claro la orden de Estados Unidos para que el resto de miembros del club gasten más dinero, mucho más, en cañones. Aunque sea a costa de gastar menos en mantequilla. No está de más recordar que según los datos del SIPRI, los países de la OTAN, con un gasto en 2021 de 1,2 billones de dólares, representan el 56% del gasto militar mundial, mientras los países BRICS, con 460 mil millones, realizan el 22% del gasto militar mundial.
De hecho, el presupuesto militar de los países de la OTAN se distribuye de forma desigual entre los 800 mil millones de dólares que gastó el año pasado Estados Unidos, y los 360 mil millones aportados por los otros 29 miembros de la alianza.
Pero desde 2014, cuando se volvió a declarar a Rusia enemigo público número uno de la OTAN (para el jefe del club solo es el número dos, detrás de China), los países de la OTAN han aumentado su gasto militar en 206 mil millones de dólares, un 64% del aumento mundial del gasto, mientras los BRIC han incrementado su gasto respecto al 2014 en 104 mil millones, un 32% del incremento mundial.
Solo Estados Unidos (153 mil millones de dólares extra) ha incrementado su presupuesto militar desde 2014 más que Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica juntos (que en 2021 gastaron 104 mil millones más que en 2014).
Teniendo en cuenta que los países de la OTAN defienden a 958 millones de personas, el 12% del total mundial, y los BRICS son 3.277 millones de habitantes, un 41% del total mundial, está claro que, a tenor de las prioridades de uno y otro grupo, en esta estrategia de la tensión es fácil concluir quien está tensando la cuerda, si la OTAN o sus proclamados como enemigos.
Meses antes del inicio de la Guerra Civil española, el ministro germano de propaganda Joseph Goebbels, afirmaba en una conferencia que había que gastar más en cañones, “pues estos nos harán más fuertes, mientras que la mantequilla sólo nos hará más gordos”.
La OTAN nos pide que seamos más fuertes. Los BRICS nos proponen engordar. Es fácil entender por qué los países de África, Asia e Iberoamérica, la mayor parte del 47% del resto de la población mundial, le dan la espalda a Occidente. l
* Profesor titular de Economía Política ?en EHU/UPV