oticias, novedades, información. Sufrimos un bombardeo constante de estímulos. Lo que hoy es muy grave, mañana no lo es tanto. Asuntos que ocuparon portadas y debates como el regreso al poder de los talibanes en Afganistán, la renovación del Tribunal Constitucional, el volcán de la Palma o la reforma de la regulación laboral aparecen y desaparecen en los titulares de cada día.
¿Qué hacer? ¿Cómo distinguir la información, la opinión y el entretenimiento? Ese es el quid de la cuestión. Y es un asunto de una importancia absoluta: estudios realizados recientemente sugieren que una gran parte de las personas no saben (sabemos) discernir entre los tres conceptos.
Paso número uno: definiciones. Así, adquirimos información cuando asimilamos y procesamos datos que aumentan nuestro nivel de conocimiento. Tenemos opinión cuando realizamos una valoración subjetiva de dichos datos. Nos entretenemos cuando usamos el tiempo en alguna actividad que nos proporciona cierto nivel de dicha.
Paso número dos: evaluación de la situación. El tiempo que pasamos en pantallas aumenta día a día. Gran parte de la economía de hoy consiste en comerciantes que buscan captar nuestra atención. Nos alerta de esa idea el académico y ensayista Tim Wu, al explicar mediante libros o artículos de opinión cómo hemos pasado de la influencia de la publicidad y la propaganda a la distracción permanente. Los números le avalan: el nivel de atención de un ser humano es ya inferior al de un pez. De hecho para filósofos y divulgadores como Gregorio Luri la atención es el nuevo coeficiente intelectual. Está claro que vivimos un capitalismo de vigilancia, concepto introducido por la socióloga Shoshana Zuboff. La realidad lo avala: si por ejemplo compramos un reloj, el teléfono móvil se inunda, cómo no, de publicidad de relojes.
Paso número tres: descripción del problema. La realidad es abrumadora: la gran cantidad de tiempo que invertimos viendo pantallas, visualizando vídeos o usando el hipertexto de alguna web no nos aporta felicidad, no es útil para nuestro desarrollo personal y en consecuencia no es lo más indicado a nivel social. Sí, está muy bien divertirse. Pero con intención, conocimiento y propósito.
Paso número tres avanzado: ¿quién gana? Los grandes actores de Internet, que viven de nuestro tiempo. Facebook o Twitter son ejemplos claros. Mientras que otras empresas desean que compremos sus bienes y servicios, en este caso el tiempo es el medio para obtener más ingresos por publicidad.
Paso número cuatro: consecuencias de no tomar medidas. A nivel económico, son más asombrosas de lo que parece. No podemos estar en dos lugares a la vez, y por lo tanto se lee menos, se va menos al cine, se hacen menos actividades de voluntariado, se dedica menos tiempo a la familia o al deporte. El dinero cambia de lugar.
Paso número cinco: buscar soluciones. Ahora bien, ¿a quién le interesan las soluciones? ¿A los políticos? Una sociedad entretenida es menos crítica con la rendición de cuentas y eso les interesa. Aspectos como el despilfarro de dinero público o las sentencias alertando sobre la inconstitucionalidad de las medidas tomadas durante el confinamiento apenas ocupan espacio en las conversaciones de nuestra vida cotidiana. Gigantes de Internet como Neftlix están encantados. De hecho, la máxima competencia que tienen, según su director ejecutivo Reed Hastings, es “el sueño de la gente”. No es lo mismo que “los sueños de la gente”.
La información acompañada de la coacción es todo el poder. Corremos el riesgo de que generando ruido, ruido y más ruido hasta alcanzar niveles de tormenta perfecta se oculta el mayor tesoro humano: la verdad. En su versión objetiva y subjetiva.
En conclusión, la solución sólo puede partir de nosotros mismos. Si buscamos nuestro desarrollo personal, es prioritario investigar, mirar muchas fuentes, tratar con muchas personas, viajar, leer, y bueno, no está mal del todo bajar algún vídeo de Internet o entrar en alguna web. Así buscamos las cosas buenas de la vida, aunque las cosas más importantes no sean cosas (Byung-Chul Han).
Tenemos muchos retos: el cambio climático, la prevención de nuevas pandemias y el cuidado de nuestro planeta con el tema de la biodiversidad son fundamentales. A partir de ahí, viene todo lo demás. Eso pasa por informarnos, aprender, abrir los ojos y tomar decisiones en dos ámbitos: el privado y el de la exigencia pública.
Rolf Dobelli, divulgador y empresario suizo nos aconseja una “dieta de noticias” para discernir mejor la realidad. En China, la adicción a los videojuegos se considera opio espiritual. Por esa razón las autoridades han restringido el acceso por Internet a entretenimientos que se consideran peligrosos. Ninguna de estas opciones es efectiva.
Hay dos formas de ocultar la realidad. Una es llenar todo de oscuridad. Otra es llenar todo de luz. Es más eficiente la segunda, ya que no se perciben sus limitaciones. No es cuestión de alumbrar y alumbrar. Es mejor iluminarnos para iluminar. * Profesor de Economía de la Conducta. UNED de Tudela