l último informe del grupo de bases físicas del Panel de Expertos de la ONU sobre el clima da forma y asienta cuestiones que la comunidad científica del clima ha estado repitiendo insistentemente en los últimos años: El calentamiento global es causado por la acción del hombre, afecta a todas las regiones de la Tierra y muchos de los cambios que origina se tornan irreversibles. Esta última palabra es la que merece llevar el acento y, cuando menos, acercarnos a su significado y divulgar las consecuencias que podremos sufrir en años o siglos venideros.

Cuando estiramos un muelle tenderá a volver a su posición de equilibrio. Sin embargo, si se supera un cierto umbral de elongación (límite de elasticidad) el resorte quedará permanentemente deformado y ya no regresará a su estado inicial. Las leyes de la física se encargan de que esto sea así y además, gracias a ellas, calculamos la velocidad y magnitud de las oscilaciones del muelle así como el límite de elongación. Algo similar, aunque evidentemente a otra escala y nivel de complejidad, puede ocurrir con algunas manifestaciones del clima del planeta en el contexto actual de calentamiento acelerado. El clima abarca una gran variedad de escalas temporales, desde días a millones de años. Entendemos bien los ciclos climáticos diurnos y estacionales, caracterizados por dinámicas firmemente establecidas: La temperatura se eleva durante el día una vez el sol calienta la superficie y esta transfiere parte de ese calor a las capas de aire más cercanas al suelo. Por la noche la Tierra devuelve el calor a la atmósfera en forma de lo que conocemos como radiación de onda larga sufriendo el consiguiente enfriamiento. Por otro lado, la inclinación y el giro de la tierra alrededor del sol así como el desplazamiento latitudinal de los grandes cinturones de viento y presión que rodean el planeta definen en buena manera las estaciones del año en la zona del planeta donde vivimos. También hay otros ciclos más complejos, de varios años o décadas de recurrencia, y relacionados por ejemplo con la temperatura de la superficie del mar. De hecho damos por sentado que las expresiones naturales del clima serán perpetuas, justamente cuando los científicos ya estamos seguros de que en las próximas décadas y siglos vamos a asistir a cambios sin precedentes, seguramente en muchos millones de años. No en vano, es precisamente la estabilidad climática del planeta en los últimos miles de años uno de los factores clave que han permitido el desarrollo y progreso de las civilizaciones y, en concreto, que las formas de producción y abastecimiento que caracterizan nuestros actuales sistemas hayan prosperado. Los científicos dan por hecho que con los cambios ya observados y forzados por el hombre algunas partes del clima tardarían siglos o milenios en reaccionar y reajustarse. Se trata de las componentes y procesos más lentos, como la subida del nivel del mar o la pérdida de masa total de hielo antártico. Otros, como el hielo marino del Ártico han respondido muy rápido de tal modo que en 40 años de calentamiento polar acelerado el hielo ha sufrido una disminución del 75% en volumen.

Quizá la parte más delicada de entender y transmitir en el informe publicado el pasado lunes trata de irreversibilidades y saltos abruptos. Sabemos que existen los llamados puntos críticos en los sistemas que definen el clima. Los modelos climáticos más sofisticados y registros paleoclimáticos del pasado nos lo demuestran y evidencian además que los procesos físicos asociados al clima experimentan diferentes sensibilidades a los forzamientos. El forzamiento se traduce en las emisiones de gases de efecto invernadero y deforestación, producto de haber alcanzado el actual nivel de progreso y crecimiento industrial y económico. La sensibilidad es la respuesta del clima planetario a lo anterior, en forma de aumento de temperatura media, sí, pero también en forma de procesos que se alejan de la linealidad, respuestas abruptas con impactos regionales y locales de gran magnitud, como una meteorología sin precedentes en forma de fenómenos muy severos como inundaciones, sequías, olas de calor o incendios forestales. Esto se está ya expresando como estamos viendo este verano con una inusitada ocurrencia de extremos. Aparte de los cientos de miles de hectáreas calcinadas en los incendios de California, Grecia o el Ártico, numerosos países tan distantes como por ejemplo Túnez, Canadá, Irlanda del Norte, Taiwán o Turquía han registrado las temperaturas récord de su historia reciente entre finales de junio y principios de agosto. Además de estas consecuencias directas que sufrimos y sufriremos cada vez con más frecuencia otros sistemas nos amenazan con alcanzar un estado irreversible. Algunos de ellos tienen que ver con los ciclos biogeoquímicos, las circulaciones oceánicas de retorno en las profundidades marinas, la selva amazónica, los chorros de viento a gran escala, el suelo helado y las reservas de metano en Siberia y otras zonas del Ártico, y las grandes masas de hielo de Groenlandia y la Antártida. A menudo los científicos asocian el punto crítico o de no retorno a la superación de un umbral de temperatura media de la superficie del planeta. Es la metáfora del límite de elasticidad del muelle. Sin excluir que no hayamos superado ya algunos de ellos parece que ciertos umbrales se situarían en una anomalía de entre 1,5 y 2 grados respecto a la temperatura preindustrial, o sea, en la antesala de donde nos encontramos actualmente. Hay una confianza relativa en que otros umbrales de no retorno oscilarían entre 2 y 5 grados, si bien hay que tener en cuenta que por mucho que queramos limitar las emisiones de gases de efecto invernadero o secuestrar carbono de la atmósfera, el efecto o desencadenamiento de un proceso podría forzar una retroalimentación positiva de otro. Además, uno de los grandes avances del reciente informe es la mejora en la confianza sobre algunos de estos procesos de no retorno y un mayor conocimiento sobre la mencionada sensibilidad climática. El mensaje crucial es que debido a las complejas interacciones que median entre la partes del clima, el sistema o subsistema en cuestión no siempre se estabiliza aunque volvamos a las condiciones de inicio, que serían las correspondientes al clima de hace 200 años. El reajuste o ciclo de respuesta es sustituido por un nuevo estado y esto es lo verdaderamente preocupante porque puede derrumbar por completo la estabilidad climática, condición indispensable no ya para que mantengamos nuestros actuales sistemas de funcionamiento sino para que la mayoría de especies vivas puedan seguir habitando nuestro planeta.

* Delegado de Aemet en Nafarroa