uevamente nos toca sufrir un verano raro, complejo, lleno de sobresaltos. Casi sin darle tiempo a entrar tuvimos por sorpresa una crisis de gobierno, con una carga de profundidad que superaba todas las previsiones.
Lo que parecía serían unos leves retoques apenas perceptibles se convirtió en una verdadera revolución. Los pesos pesados desaparecían: Ábalos, Calvo, incluso el todopoderoso gurú Iván Redondo, dejaban sus sillones en el Consejo de Ministros.
Nuevamente, Pedro Sánchez pillaba a todos por sorpresa conformando un nuevo gobierno a su medida.
Una nueva estratagema de este encantador de serpientes del siglo XXI, que hasta ahora está teniendo mucha suerte. Veremos cuánto le dura. Sus críticos externos más feroces, Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, se quedan sin dianas sobres las que lanzar sus dardos y los internos, Lambán, Fernández Vara y García Page, aterrorizados viendo sus puestos peligrar, al conocer los nombres de las nuevas ministras que pertenecen a su área de influencia. ¿Promocionadas para sustituirles a corto plazo? Tiene toda la pinta.
También el viaje de Sánchez a EEUU parece una nueva maniobra de despiste, quizás la última aportación de su mano derecha Redondo ahora caído en desgracia.
Demasiados muertos por el camino, que quizás algún día acaben resucitando para darle un susto.
Por otro lado, la pandemia no nos da ningún respiro, porque nos hemos vuelto a equivocar por enésima vez. Lo hicimos hace un año, en los puentes de octubre y diciembre, en Navidad, Semana Santa... No tenemos remedio, porque no se puede dejar sin límites todo en manos de una parte de la sociedad que ignora el peligro y es ajena a la solidaridad.
Nuevamente hemos relajado medidas hasta límites casi de pospandemia, cuando la nueva variante delta llamaba a la puerta y una quinta ola amenazaba los hospitales, al turismo y la recuperación económica.
Además, la teoría de que las consecuencias de estos errores no iban a castigar a unos sanitarios ya desgastados, ni los hospitales y las UCI se iban a llenar, porque afectan a los tramos de edad menos vulnerables, ha saltado hecha añicos. Porque otra vez este virus cruel nos mete el miedo en el cuerpo y nos llenan de interrogantes.
¿Realmente la variante delta o india puede afectar a los ya vacunados como ya está ocurriendo? ¿Podrá la gente mayor de 60 años volver a resultar contagiada? ¿Las residencias de mayores se verán de nuevo afectadas? ¿El denominado covid persistente se va a cebar en los jóvenes? Los primeros datos apuntan a respuestas afirmativas a todas esas preguntas.
Lo más grave de esta nueva situación es que otra vez ha fallado la confianza en que la ciudadanía, en concreto los más jóvenes, iba a ser responsable, que les iba a llegar la sensatez como lluvia divina. Lamentablemente, no ha sido así.
¿Culpa de ellos? Indudablemente sí. ¿De sus padres y madres? También. ¿De las autoridades que no han previsto que este año se iban a realizar los llamados “viajes de fin de curso” y las ganas de fiesta se iban a multiplicar de norte a sur y este a oeste? Igualmente, sí.
¿Esa es la generación que va a dirigir este país en el futuro? Pues si ahora carecemos de estadistas, lo que nos viene puede ser aún peor. Eso sí, no se te ocurra criticar su comportamiento en las redes sociales o artículos, porque te cae encima la del pulpo. Resulta que son intocables. ¿El resto de la sociedad que ha vivido sus mismas circunstancias ha tenido que respetar las medidas de confinamiento y ellos no? Que me lo expliquen.
¡Libertad!, gritaban desde las terrazas con vistas al mar de un hotel de cuatro estrellas. Sacrosanta palabra que desde que Ayuso la puso de moda no ha dejado de utilizarse mal y nos ha producido mucho daño.
Tu libertad, chaval, chavala que haces botellón sin medidas de seguridad, comienza cuando empieza la de los demás.
Al chocar contra esa libertad colectiva han destrozado el trabajo realizado, que permitía pasar un veranos tranquilo, abrirnos al turismo y reactivar la economía. ¿A quién deberán reclamar los hosteleros, los comerciantes, bares y restaurantes su insensatez, que ha provocado medidas del resto de países que limitan la llegada de turistas al nuestro?
Si estuviéramos en EEUU, probablemente estaríamos en vísperas de demandas millonarias contra los padres de quienes lo han provocado. Para colmo, la llegada al escenario de los jueces ha terminado por empeorar la situación. ¡Chapó!
¿Es que realmente somos idiotas por cometer tantos errores?
Por supuesto. Hemos sido idiotas, somos y posiblemente lo sigamos siendo, todos y todas, la sociedad en general, los dirigentes estatales y autonómicos, locales, los jueces, e incluso la Iglesia, en este caso con un clamoroso silencio cómplice. Somos idiotas (cortos de entendimiento según la RAE) por cometer una y otra vez los mismos errores sin enmienda alguna, siempre con la advertencia previa de todos los expertos, sanitarios, científicos y virólogos, que en cada ola nos iba diciendo lo que previsiblemente iba a ocurrir.
Lamentablemente, han acertado y así llevamos ya cinco, dejando un reguero de ingresos, UCI, fallecidos y deterioro de nuestra economía. Porque lo que nuestros sesudos dirigentes nos decían era que lo peor había pasado y debían relajar las medidas para lograr la recuperación económica. Pero por sus errores ahora estamos mucho peor en lo sanitario y también en lo económico. Chapó, señores y señoras, son ustedes unos verdaderos cracs.
El último error fue cometido por un presidente del Gobierno, al que he apoyado sin fisuras desde las primarias del PSOE, pero que ha acabado sumido en el síndrome de la torre de marfil que provoca el poder.
Pedro Sánchez, al suprimir el estado de alarma, aseguró con tono contundente que era lo que hacía falta porque las comunidades autónomas ya tenían instrumentos suficientes con los que parar esa quinta ola.
Se equivocó, porque ignoró que tenemos una sociedad líquida, con sectores importantes, especialmente de la juventud, insensatos e insolidarios, más una justicia que en esto del covid-19 no ha estado a la altura de las circunstancias, yendo según los diferentes lugares del blanco al negro sin ningún pudor.
A un dirigente político de altura se le debiera exigir que tenga en cuenta todas las premisas, a la hora de tomar una decisión tan importante como levantar el estado de alarma. Que conozca la sociedad que le toca dirigir y en este caso proteger. Sánchez no lo hizo y ahora estamos en una situación aún más difícil.
Tampoco la mayoría de los dirigentes autonómicos lo han hecho. Con excepciones puntuales como Ximo Puig, Fernández Mayueco, Armengol o Urkullu en menor medida, el resto han cometido los mismos errores de forma sistemática. Pero como para evitar el ataque de la derecha, los que apoyamos a los gobiernos de la izquierda debemos callar, pues muchos, la mayoría, callan. Menos el que firma este artículo.
Tampoco una parte importante de los medios de comunicación se libran de esta epidemia de idiotez, ayudando al desvarío con titulares equivocados ansiosos de una normalidad que aún tardará tiempo en llegar.
Sí, somos idiotas como decía el vicepresidente de Castilla y León, Fernando Igea, idiotas redomados. Quizás también lo sean incluso aquellos que callan a pesar de opinar lo mismo que se señala en esta reflexión.
El otro día el propio doctor Corell, afamado virólogo e inmunólogo señalaba, que en esta ocasión y debido a esa idiotez colectiva añado, al ser tan brutal está poniendo en peligro la eficacia de la vacunación.
En Navarra solo en una semana casi 400 personas vacunadas con las dos dosis se han infectado y varias teniendo que ser ingresadas en el hospital.
Malos tiempos para la lírica. Caen chuzos de punta, pero esperemos que escampe y la razón, la lucidez, la sensatez vuelva a todos ellos. Aunque quizás para entonces todos y todas estemos calvas.
Malos tiempos en los que la gente que guarda las reglas debe volver a protegerse, cuando pensaba que lo peor había pasado.
Algún día cuando salgamos de esta pesadilla, psiquiatras y sociólogos deberán hacer sesudos estudios del comportamiento humano durante la pandemia, al menos para que quede como experiencia en situaciones similares de futuro, que no dudemos llegarán.
Veremos...
* Exparlamentario y concejal de PSN-PSOE