on 11.350.000 habitantes distribuidos en los 109.900 km2 de superficie que tiene la isla, Cuba, una vez más, ocupa las primeras páginas de la prensa y los primeros minutos de los informativos de radio y televisión. La sitúo porque creo que una parte de las voces que hoy hablan sobre Cuba parece que se han olvidado dónde está. Nunca les he oído hablar de Haití o de República Dominicana, a pesar de haber más motivos.
La mayor de las Islas Antillanas en el mar Caribe ha supuesto siempre un cúmulo de sentimientos encontrado: o te subyuga o la abandonas, odiándola, pero nunca te resulta indiferente, ni neutra.
Su historia está cuajada de necesidades, incomprensiones y posiciones extremas derivadas de la guerra de Independencia con España, la conversión posterior en el patio trasero, el barrio chino de los yankis y la revolución de Sierra Maestra.
Todo ello, y muchas cosas más, ha generado posicionamientos de amor/odio, los cuales se consolidan como enfoque habitual de gran parte de las aproximaciones a este enclave caribeño que, sobre todo, se diferencia de otros países y pueblos ribereños del mar Caribe, muy especialmente, por la dignidad del pueblo cubano.
Dignidad generada en el crisol de culturas que es Cuba, desde los originarios indígenas (guanajatabeys, ciboneys y taínos) a los que hay que sumar los esclavos provenientes de África que sobrevivieron -por cierto, motivo principal de las acciones bélicas de los yankis sobre Cuba para dominar ese mercado esclavista en favor de la metrópoli británica, al igual que los Países Bajos-, pasando por la presencia de todos los pueblos de la Península Ibérica -hay una buena diáspora de todas ellas; algunos “Aguirres” de tez “prieta”, aunque el cubano nos identifique con el sobrenombre, a bote pronto, de “gallego”-, así como por las diferentes poblaciones mundiales que en algún momento han pasado e, incluso, allí se han asentado.
Pero aquí y ahora me interesa hablar del futuro, ya hay suficientes exégetas para el presente y el pasado. Y sobre el futuro de ese gran país entiendo imprescindible acotar varias claves. Si hay que hacer algo, ¿quién ha de hacer, quién ha de ayudar a hacer y qué es lo que hay que hacer?
Lo primero de todo es tener la precaución necesaria en toda actuación directa o indirecta e internacional, y no perder de vista las consecuencias que determinadas intervenciones sobre estados concretos pueden producirse.
Atacar militarmente un estado, eliminar a su líder e irse, implica desproteger a la población. Eliminamos el estado, y ¿con quién negociamos condiciones, propiedades y circunstancias de vida normales? Con nadie, no existe interlocución posible. Es el caso de Libia.
Lo segundo es consolidar la idea de que el sujeto responsable del devenir de la República de Cuba debe ser el pueblo cubano, todo él, habite donde habite, y que esté en posesión de la ciudadanía cubana y por lo tanto, sujeto activo del derecho a emitir su opinión.
Por último, es necesario indicar que el pilotaje de cualquier proceso ha de corresponder al Gobierno cubano reforzado por personas de la llamada sociedad civil. Es decir, algo parecido al proceso iniciado en Chile para el cambio constitucional.
Cualquier injerencia de terceros no solicitada y admitida por los cubanos, por su Gobierno, ha de ser rechazada y eliminada por la comunidad internacional.
Pero también hay que ser conscientes de la necesidad de un apoyo imprescindible en todo el proceso de transición que se inicie -si se inicia-, estructurado en funciones de arbitraje, mediación y aportación de experiencias, junto con la puesta a disposición de fondos de financiación reembolsables en las condiciones que se pacten. La UE, con el liderazgo ad hoc de España, puede y debe cumplir esa función, considero, además, que con mayor rigor y fiabilidad del que lo pueden hacer otras organizaciones internacionales. El más joven actor internacional global, la UE, está llamado a hacer realidad el proceso indicado, especialmente ahora que no está la Gran Bretaña.
Tratemos de seleccionar los asuntos más complicados de abordar, comenzando por las sensaciones negativas, que influyen en los hechos de manera irracional y que tienen una presencia quizá justificada, pero a mi juicio excesiva, en todo lo concerniente a Cuba y su historia. Qué duda cabe de que en muchas familias, colectivos y territorios del Estado español, por poner un ejemplo, la derrota en Cuba sigue teniendo presencia. Pero deducir de ello que circunstancias objetivas como es el caso de las expropiaciones no tengan solución, es mucha deducción.
La sensación de ultraje y abuso por parte de las familias, cubanas y no cubanas, que perdieron sus propiedades, estuvieran ligadas a explotaciones agrarias, industriales o de vivienda, difícilmente será eliminada, pero puede paliarse. Analizando cada caso por un organismo internacional creado para la ocasión y, por lo tanto, con competencias y presencia cubana más que testimonial, aplicando el acervo jurídico cubano e internacional coherente con el asunto y contando con su respaldo.
Son múltiples e importantes los aspectos que deberían ser abordados, y consensuada su evolución, pero no creo equivocarme si destaco los siguientes: el resarcimiento de las expropiaciones que se produjeron desde el año 1959, restaurando la propiedad o resarciendo a la misma económicamente. Por otro lado, la imprescindible inversión ligada a las infraestructuras de transporte, educación, sanidad, producción energética y de espacios para actividades industriales y agrícolas. Han sido muchos años sin capacidad de actualizar las capacidades y competencias en esos campos, y todo ello, con el fin de paliar las dificultades de la población cubana, dotándoles, además, de instrumentos y recursos para el futuro.
Para finalizar, indicaremos la definición e implantación de un modelo de convivencia y estructura político-administrativa, para lo que existen diferentes referencias que podrían servir.
El modelo de convivencia y administrativo operativo en Cuba es uno de los caballos de batalla utilizado por personas que públicamente y con estridencias estudiadas están exigiendo libertad hoy para la isla y, en cambio, guardan silencios culpables sobre lo que ocurre en Rusia, Libia y un gran número de países de Oriente Medio y África.
Desde los modelos existentes basados en el capitalismo de Estado, como son los casos de China y Vietnam, hasta modelos más occidentales, pero adaptados a las características cubanas. Hablar solo de elecciones no sirve. Hay abundantes ejemplos de Estados cuasifallidos en América Central y Sudamérica y que celebran alguna suerte de elecciones.
Las soluciones pueden ser múltiples pero, en todo caso, han de ser resultado de una transición desde el actual sistema político. Una transición refrendada por todo el pueblo cubano con derecho a emitir su opinión en un proceso doble. En primer lugar, una consulta ciudadana para aceptar la metodología y los objetivos del proceso y en segundo lugar, un referéndum para aceptar o no la situación y el proceso que finalmente se defina.
Todo lo descrito requerirá la confluencia de voluntades, buena fe, y compromiso. Por eso sería conveniente alejar del proceso a los cenizos permanentes, los negacionistas de soluciones y del futuro posible, y los que argumentan que es imposible una colaboración positiva a futuro entre una excolonia y una exmetrópoli. Por supuesto, también aquellos que se apunten con el único objetivo de ver qué pueden sacar.
A todos ellos les dedico un dicho muy cubano: “Les roncan los ...X ”. Pongan la dicción oportuna, permitiéndome que finalice explicando la X. Hubo una portada histórica de la revista satírica de la época de la dictadura La Codorniz, que rezaba así: “Botín es a botón, como cojín es a X, y a mí me importa tres X que me cierren la edición”. Pues eso.
* Economista y empresario