ada diferente a los retos del resto del mundo, Euskadi afronta otro de sus momentos decisivos. Partiendo de lo que las generaciones previas habían realizado tanto en la tierra madre como en sus comunidades del exterior, en la década de los sesenta del siglo XX la sociedad vasca interpretó correctamente la urgencia del momento. Ahí se fraguaron las bases de la recuperación y normalización del euskera, que hoy también requiere de un nuevo impulso; ahí empezó a diseñarse y fortalecerse lo que ha sido el despegue al mundo de las empresas vascas, puntales de nuestra diplomacia; ahí empezó a entenderse que las aspiraciones políticas y sociales pasaban por interpretar lo que estaba pasando en el mundo. Llegaron luego las instituciones y en sintonía con la fortaleza de la sociedad civil se ha erigido un modelo ciertamente envidiado para otras realidades que siempre han elogiado la determinación por la que nos hemos guiado. Cabe señalar en este contexto el protagonismo que han adquirido las comunidades vascas en el exterior en momentos difíciles de nuestra historia.
Hoy nos encontramos ante otro escenario. Hay mil razones que lo explican, deberíamos reconocer que se ha perdido parte de ese tono vital que nos había acompañado en el camino. Pasamos por un momento de transición donde emergen cuestiones que requerirán de nuestros mayores esfuerzos, siendo el envejecimiento de nuestra estructura social una de ellas. Dicho con otras palabras, la necesidad de un nuevo relato que articule el futuro es hoy la principal prioridad, la tarea más urgente a la que nos enfrentamos.
En este contexto, también la diplomacia (diplomacia pública) vasca afronta otro momento crucial. Una diplomacia, obviamente, que no tiene los requisitos de las diplomacias estatales pero que reúne potencialidades y recursos que en la práctica deben ser determinantes en el devenir del futuro del pueblo vasco. Estamos ante un nuevo tiempo y ello exige una respuesta diferente ante retos y escenarios inéditos, aprovechando el trabajo realizado hasta el momento. Articular una diplomacia influyente, eficiente y bien engrasada servirá de revulsivo para esta nueva fase que hoy irremediablemente debemos afrontar.
En primer lugar, la diplomacia debe dotarse de una visión global, integral, interdisciplinar y de una acción más coordinada y más operativa. Existen multiplicidad de acciones sectoriales y específicas dentro del paraguas de la diplomacia pública (política, cultural, empresarial, territorial, relacionada con la diáspora) pero que ganarían en solidez y empaque si se contase con una estrategia común. Algunas de las iniciativas con frecuencia se solapan, incluso se ignoran mutuamente, lo que trae consigo una eficacia que se resiente.
Pero sobre todo la diplomacia vasca debe integrar y optimizar en su estrategia la labor que desde décadas despliegan las empresas vascas y otros agentes que fuera de la órbita pública son nuestros principales resortes en nuestra proyección exterior. Sin necesidad de crear estructuras nuevas, la labor debe centrarse en aprovechar de una manera más óptima una realidad poderosa, fiable y creíble. Disponemos de magnificas tarjetas de presentación que deberían ser mejor aprovechadas.
El papel que se debe otorgar al carácter plural de la presencia vasca en el exterior en la articulación de la diplomacia vasca merece también una reflexión. Los irlandeses lo han entendido perfectamente -también los armenios en cierta medida- y han desplegado una estrategia (rethinking irish diaspora) adecuada a los parámetros del siglo XXI. Al igual que en el caso vasco, las casuísticas (históricas, políticas, sociales, económicas y emocionales) que se esconden detrás de cada realidad que conforma la vasta diáspora irlandesa conllevan a establecer una política respecto a la diáspora alejada de un único patrón. La fórmula consiste en mantener la esencia y el empuje (político, emocional) con la que ha contribuido históricamente la diáspora irlandesa y junto a ello añadir razonamientos de carácter contemporáneo.
Todas estas cuestiones se van a abordar en el curso internacional que sobre diplomacia pública se va a celebrar en Donostia en el Palacio de Miramar los días 21, 22 y 23 de julio. En el marco de los Cursos de Verano de la EHU-UPV. Acogerá a un excelente elenco de expertos y expertas de nivel mundial. Académicos y académicas de Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda, Dinamarca, Lituania, Armenia, Cataluña, Frisia, México, Quebec o Israel compartirán sus conocimientos en un curso que pretende ser una oportunidad única para relanzar la diplomacia pública en este contexto pandémico que está acelerando y reajustando el nuevo mapa geopolítico. No podemos quedar fuera de él. La diplomacia vasca se encuentra ante su gran oportunidad. Potencialidades, recursos, una experiencia contrastada y una mirada ambiciosa hacia el mundo, son algunas de sus fortalezas. Pero todo ello pasa por relanzar una nueva etapa que supere el actual momento transitorio. Los deberes hay que hacerlos también en casa.* Director del Curso Internacional sobre Diplomacia Pública