Hubo hace ya alguna década un grupo de música gallego que alcanzó importantes éxitos en el panorama de la música española. Se llamaron Golpes Bajos y una de sus canciones más oídas llevaba por título Malos tiempos para la lírica inspirada, a su vez, en un poema del dramaturgo alemán Bertolt Brecht. Subrayar que golpe bajo se dice de aquél que es traicionero y malintencionado con el que se busca hacer daño a alguien. La historia de los últimos 50 años de América Latina estuvo llena de golpes de estado, de golpes bajos que no pretendieron sino hacer daño, someter a sus sociedades y, especialmente, a aquellas fuerzas que luchaban por la mejora de las condiciones de vida de las grandes mayorías. Los sucesivos gobiernos militares decidieron que eran malos tiempos para la poesía y que la letra (que ellos definían) con sangre entra. Y el continente se llenó de asesinatos, torturas, violaciones y desapariciones mientras se daban los primeros pasos en la adopción de las medidas neoliberales como el sistema más idóneo para que las élites de siempre conservaran el poder. Y así, de esa forma dramática se cerraba el círculo de esta relación estrecha entre golpes bajos, golpes militares y esos malos tiempos para la lírica.Algunos sostienen que esos son tiempos pasados, afortunadamente superados y que es necesario olvidar. Argumentan que posteriormente se produjeron las transiciones a la democracia y que ésta y la libertad fueron instalándose, aunque siempre con dificultades, en la gran mayoría de países. Habría que añadir, para entender mejor el panorama de esos tiempos, que generalmente estas transiciones se dieron también con muy poca justicia social y, mucho menos, la urgente redistribución de la riqueza. Y los años fueron pasando y la entrada de América Latina en el siglo XXI pareció por un breve momento que realmente traería las añoradas posibilidades de que, ahora sí, hubiera tiempos para la lírica. Las protestas sociales contra las imposiciones neoliberales y el empobrecimiento acelerado de las grandes mayorías que trajeron los nuevos tiempos del neoliberalismo supusieron un despertar político y se abrieron paso las llamadas décadas de gobiernos progresistas. Se dieron importantes medidas sociales, económicas y políticas que mejoraron las condiciones de vida de millones de personas y pusieron sobre la mesa la existencia de alternativas a ese modelo impuesto de la mano de la democracia liberal, meramente representativa y nunca participativa para esas grandes mayorías. Tiempos posibles para la lírica, pero tiempos de peligros para quienes siempre pensaron América Latina como una enorme finca repleta de riquezas y recursos, naturales y humanos, puestos ahí solo para su libre disposición. Esas élites locales, ahora acompañadas por empresas e intereses transnacionales con renovados tics de neocolonialismo, decidieron que el continente debía de volver a estar a su entera disposición, que el discurso de la democracia y de los derechos humanos estaba bien, pero que tampoco había que abusar con las libertades y la justicia. Entendiendo que los tiempos de los golpes de estado duros habían pasado con el viejo siglo XX, definieron nuevas estrategias. La prostitución de la democracia colocándola no al servicio de los pueblos, sino al suyo propio, era un camino; y si éste fallaba, se retomaría el golpe bajo.Jesús González Pazos Mugarik Gabe
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