asado un primer trimestre completo de pandemia, hemos comenzado a conocer magnitudes macroeconómicas y sociales sobre el impacto de la pandemia del covid-19. Dos han llamado la atención de la sociedad. La primera de ellas es la caída del PIB. La segunda de ellas es el porcentaje de potencial teletrabajo que tenemos. Dos cifras que nos han alarmado por motivos diferentes, pero complementarios. Veamos.
Euskadi entró en recesión tras encadenar dos trimestres seguidos de caída. La caída llegó al máximo histórico del 20,1%. Es entendible: el PIB mide lo producido durante un periodo (variable de flujo). El confinamiento ha tenido hibernada la economía. No es que hayamos perdido esa riqueza (como algunos han sugerido), sino que hemos dejado de generar ese porcentaje de valor respecto al mismo trimestre del año anterior.
De prolongarse esta tendencia en el tiempo, lógicamente, hay cuestiones que dejarían de ser sostenibles. Y, en esta reflexión, comienzan a aparecer nuevos paradigmas de producción y consumo. Ahí es donde hemos conocido el término Low touch economy o la Economía de bajo contacto. El término es bastante elocuente. Ese oxímoron de nueva normalidad, de existir, desde luego que incorporará muchos de los preceptos que este modelo propone. Y esto nos debe llevar a imaginarnos algunos negocios o hábitos de manera muy diferente. Es una transformación de época, no tanto una época de transformación.
Pongamos algunos ejemplos. Parece lógico pensar que la venta por Internet seguirá creciendo. No parece cercana en el tiempo la fecha en la que ir a una tienda la vivamos con las antiguas aglomeraciones. Para poder seguir vendiendo, no será suficiente abrir una tienda online o estar presente en Amazon. Pasará también por tener una presencia activa en las redes sociales, principal identidad digital para la relación con la sociedad hoy en día. Por otro lado, las antiguas visitas comerciales a un cliente se sustituirán por espacios de exposición digitales. Los basados en realidad virtual y aumentada creo que podrán vivir un crecimiento importante. Que el cliente perciba lo que se le está enseñando, es lo que realmente motivaba el contacto físico. En otro ámbito, las plataformas para la firma digital como Docusign están viviendo ya una era dorada. Acercarse a tener que firmar algo, pudiera ser un proceso que también se transforme. El control de la identidad de una persona para trámites administrativos y legales, pudiera dejar paso a sistemas donde nuestra forma de autenticarnos sea otra.
Éstos son ejemplos para representar cómo nuestra economía ha dependido históricamente mucho de contactos interpersonales. Es probable que esto deje de ser así, al menos, en una parte importante. Y para ello, deberemos prepararnos. Y es que el segundo dato relevante de estos días ha sido la estadística de Eurostat en la que se mostraba en un mapa el porcentaje de trabajos susceptibles de realizarse por teletrabajo. Y cuando digo “susceptible”, me refiero a hacerlo de manera prolongada y natural, no forzada por un confinamiento. Pese a que Euskadi no sale tan mal, queda aún camino por recorrer. Algo menos de un tercio de los puestos de trabajo podrían trabajar ahora mismo en ese enfoque de “menor contacto” o de “teletrabajo”. No es un buen dato, aunque sí nos aporta un punto de partida hacia dónde avanzar.
En todo esto, es importante nunca olvidarnos de la soberanía digital y de datos. La gran mayoría de los ejemplos anteriores están basados en plataformas y servicios digitales norteamericanos. Con sus servicios de alojamiento, en muchas ocasiones, lejos de Euskadi. Quizás algún día comencemos también a preocuparnos de esta soberanía, que junto con la sanitaria y alimentaria, configurarán el tridente para la recuperación de nuestra sociedad. Me cuesta creer que vayamos a confiar rápidamente en tecnologías diseñadas en modelos sociales y culturales tan diferentes a los nuestros. Servicios de los que constantemente nos quejamos por no respetar nuestros derechos. Quizás, entonces, ¿sea momento de un Plan Marshall para nuestras tecnologías? Me encantaría poder verlo algún día. A disposición quedo.