Como a todos, esta crisis sanitaria nos cogió por sorpresa, nadie imaginaba en navidades mientras brindábamos por un nuevo año lleno de metas e ilusiones que, pasados unos meses, nos íbamos a ver en esta situación. Suena a argumento de película de acción: “Un virus que llega del extranjero y paraliza la sociedad, congela la economía y ataca de lleno a los colectivos más vulnerables”, pero, al igual que en las películas, nosotros también tenemos héroes y heroínas. Me refiero a aquellos que no llevan capa ni tienen súperpoderes, pero combaten el virus día a día en hospitales poniendo la mejor sonrisa, incluso detrás de una mascarilla.Empezó la cuarentena y en todo el municipio quedó demostrado el compromiso de todas las personas que en él residimos. Ribabellosa parecía dormido, solo los aplausos de las 20.00 a los sanitarios rompían ese silencio, pero era insuficiente, ya que, como en el resto de pueblos y ciudades, hay personas que necesitaban ayuda. Desde el Ayuntamiento se lanzó de inmediato una iniciativa que tenía como propósito facilitar a nuestros mayores la cuarentena, evitando que tuvieran que salir a la calle para acudir a hacer la compra; así surgió el primer grupo de voluntarios de Ribabellosa. No sería el último. Paralelamente, los jóvenes de aquí queríamos llevar el voluntariado a otro nivel, vimos como en la tele aparecían desinfectando zonas públicas y nos dimos cuenta de que nosotros podíamos hacer lo mismo y cubrir todo el pueblo. Como pudimos, conseguimos el material necesario para salir a desinfectar, entre lo que cada cual aportaba y lo que el Ayuntamiento nos suministró. Estábamos listos: sulfatadora, traje, botas, guantes, mascarilla y pantalla. Esa iba a ser, a partir de ese momento, nuestra vestimenta de gala. Corrimos la voz por todo el pueblo y más vecinos se sumaron a la brigada de desinfección. Todos teníamos el mismo fin: devolver nuestro pueblo a la normalidad y cuidar de nuestros mayores. Al principio éramos pocos y había demasiados lugares que desinfectar, pero no nos importaba. Y es que, los agradecimientos que íbamos recibiendo a medida que limpiábamos nos hacían tener aún más claro que había que continuar.Fueron pasando los días y a las salidas se sumaban nuevos integrantes, llegando a colaborar 15 vecinos y vecinas de Ribabellosa, así era más fácil y decidimos no solo desinfectar contenedores y lugares públicos, sino también portales, buzones y manillas de las casas.Por otro lado, surgió desde el Ayuntamiento un movimiento para la confección de mascarillas, y todo aquel hábil cosiendo se puso manos a la obra. Se consiguió preparar más de 1.200 mascarillas en un tiempo récord, las cuales fueron insertadas en paquetes y repartidas casa por casa por el grupo de voluntarios.Desde que entré en la universidad me han hecho entender y asimilar la definición de sistema, que viene a ser un conjunto de partes o elementos organizados y relacionados que interactúan entre sí para lograr un objetivo. Nunca vi reflejado un sistema en libros o manuales. Ha hecho falta una cuarentena y la reacción de mis vecinos para que asimile el concepto, todo el municipio trabajando solidariamente, con buena organización y comunicación fluida entre voluntarios, instituciones y demás vecinos para paliar los efectos de la epidemia. No se me ocurre mejor ejemplo de sociedad, mientras queden pueblos así la esperanza de que esta crisis acabe permanecerá intacta. Lortuko dugu!Borja García