ay momentos especiales en la vida que sólo se producen por las personas que los protagonizan. Momentos que cambian, que transforman la sociedad a la que rodean gracias a la idea, el tesón, el esfuerzo de alguien en concreto. En este caso, la suerte me ha conducido hasta Naroa Madinabeitia, propietaria de la tienda de moda Ezdakit, en la calle Correría, número 13. Gracias a su impulso, y la suma de muchos amigos, amigas, familiares y desconocidos a su propuesta, hoy miles de personas disponen de una mascarilla con la que protegerse del coronavirus en Vitoria-Gasteiz.

Una bonita historia que contar que nace, sin embargo, de otra menos amable. El covid-19 ha aparcado en Álava el negocio de miles de mujeres autónomas, como es el caso de Naroa. Mujer, autónoma y empresaria en un sector, el diseño de la moda y la venta en tienda, cuya supervivencia en el día a día requiere de un enorme esfuerzo que no es garantía siempre de éxito.

Sin embargo, esta joven nacida en 1983 de notable espíritu emprendedor ya demostró carácter resolutivo muy pronto. Con tan sólo 25 años se animó hace una década a abrir su propio negocio en la plaza Gerardo Armesto. Recuperó para el espacio público el arte de coser, denostado durante mucho tiempo por considerarse una profesión destinada a ser salida para mujeres con apenas nivel cultural. Naroa, sin embargo, orgullosa de su abuela bordadora, le añadió la elegancia del diseño. Y de esa magnífica combinación surgen modelos exclusivos que conceden a Ezdakit en la preciosa calle Correría del Casco Antiguo, la categoría de ser un lugar especial.

¿ Costurera o modista?

Según la Real Academia de la Lengua, Costurera es la mujer que tiene por oficio coser, o cortar y coser, ropa blanca y algunas prendas de vestir. Miles de mujeres se vieron durante la Guerra Civil abocadas en la Comunidad Autónoma Vasca a coser. La contienda dejó aparcadas las posibilidades de estudio de la gran mayoría de ellas, que tuvieron que reorientar su vida profesional a realizar tareas de confección para el ejército, principalmente.

Después, durante la dictadura y una vez terminada la misma, mantuvieron este sector en alza, si bien estas mujeres no eran en su gran mayoría las propietarias de los negocios para los que trabajaban. Por supuesto, no hay estudios ni contabilizadas cuantas mujeres pudieron dedicarse a esta tarea, pero el carácter femenino que adoptó la profesión durante el franquismo refleja cómo acabó siendo una labor orientada hacia ellas. La RAE también define como Modista o Diseñadora de moda la persona que tiene por profesión el diseño y confección de prendas de vestir; como vestidos, blusas, abrigos, etc.

Naroa concentra ambas peculiaridades: diseña las prendas que después vende y las cose ella misma.

“Tu profesión, entonces, ¿costurera o modista?”, le pregunto. “Pues creo que todo eso más patronista y diseñadora de moda”, responde reivindicando una profesión que hoy día se considera un arte. El arte de coser. En este punto lo tiene claro: a su juicio, quien no sabe coger una aguja y un hilo no es un diseñador completo. “Hay muchas técnicas dentro de la costura que son imposibles. Y si las desconoces, el dibujo de un diseño en papel queda muy bonito, pero no se sabrá plasmar en algo real y bueno”, subraya convencida.

“A parte de vender en la tienda, también hago los arreglos y diseños. Hago vestidos de novia, de invitada y un sinfín de cosas más. Así que cuando no tengo la tienda abierta, yo sigo dentro trabajando en el taller”, dice.

Y reivindica con orgullo que su oferta se aleja de lo “típico” y que eso, como todo lo que es exclusivo en esta vida, debe tener su precio. “Intento que la clientela que llega a mi tienda vea que puede llevarse una prenda que la puede aprovechar de alguna u otra manera. En definitiva, que no se te quede en el armario”, insiste.

En este punto aporta un momento para la reflexión: “La gente no se plantea gastarse un montón de dinero para una prenda que no van a utilizar más que para una boda. Pero mira mucho el precio en un jersey que aprovechará varios inviernos”.

“Hay que dignificar esta profesión. Tener algo exclusivo para ti, único y a medida, tiene un coste y se debe reconocer”, señala. Dignificar un trabajo sacrificado que, en opinión de Naroa, no ha tenido su justo reconocimiento en el pasado, cuando el saber coser formaba parte también de la destreza que tenía que tener una mujer dentro de su casa para, entre otras cosas, no perjudicar la economía familiar. “No se valoraba el trabajo de aquellas mujeres. Y hacían verdaderas maravillas”, recuerda.

Mascarillas

Perfeccionista hasta la médula, y también algo visionaria, Naroa decidió al inicio de la pandemia llevarse a casa parte de su taller. Todavía tenía encargos para bodas y comuniones. Entonces, llegó el confinamiento y todo se paralizó. Los eventos se fueron al traste y, con ellos, parte de su trabajo. O eso parecía porque a la semana de decretarse el primer estado de alarma, empezó a ver como sus amigas o amigos sanitarios, por ejemplo, solicitaba mascarillas ante la escasez del primer momento.

Así, buscó información sobre cómo realizarlas con garantías y cuando lo logró, lo explicó a través de la red socialInstagram. “Me empezó a llegar un aluvión de peticiones. Y, como vi que no lo podía hacer sola, se me ocurrió, mandar un mensaje abierto pidiendo colaboración”, explica. El resultado de las dos primeras semanas: 150 personas movilizadas; más de tres mil mascarillas realizadas; creación de una red de distribución y recogida de tejido en distintos puntos para garantizar la seguridad sanitaria de los y las voluntarias; la implicación de la Clínica Dental Arca para esterilizar las sábanas que se reciben gracias a donaciones; y la creación de tres tutoriales para aconsejar sobre la buena utilización, el lavado y la confección de las mascarillas. Y todo solidario.

“No hemos recibido y no queremos recibir un euro por esto”, argumenta. Casi nada. Al cierre de este artículo, ya ha entregado más de cinco mil unidades.

El futuro

Naroa está convencida de que la mascarilla ha llegado para quedarse. Así, en paralelo a esta iniciativa altruista, ha iniciado la venta online -www.smiliemask.es- para ofrecer mascarillas que den un toque de alegría al que se las tiene que poner por obligación. Cuando le pregunto cómo ve su futuro, no se achica. “Estoy mucho más que acostumbrada a tirar para adelante, así que una más, una más”, dice. Sabe bien que tiene un ángel de la guarda que la guía. Que su padre, fallecido cuando ella abrió hace una década Ezdakit, vela por ella.

La colección que quería sacar en primavera junto a su socia no pudo realizarse. “Estoy segura de que mi padre ha estado detrás de no poder concluir la colección porque hubiera sido terrible “, dice. “No hay mal que por bien no venga”, indica. Estoy de acuerdo con ella. La terrible desgracia del covid-19 ha llevado a Naroa a ayudar a miles de personas. Sólo podemos darle, de momento, un agradecimiento virtual. El abrazo ya llegará. Lo suyo es Alta Costura. La del corazón.