as medidas sanitarias, para los profesionales. Las aplicaciones de las mismas, para todos. Y los tiempos que nos tocan vivir, completamente inesperados. ¡Si nuestras preocupaciones eran la aprobación de la Ley de Libertad Sexual y la reunión de la Mesa de Cataluña! Parecen noticias de hace un siglo.

Eso sí, pocas veces ha sido tan difícil filtrar tanta información. Es fundamental confiar en los medios habituales, ya que en las redes sociales o en el whatsapp circulan muchos bulos y las noticias son muy delicadas. Incluso es recomendable no estar pendiente todos los segundos del día del móvil y de las noticias: nos desenfocan completamente y nos impiden tener la tranquilidad y serenidad necesarias para afrontar esta situación.

Ahora bien, ¿qué se puede hacer en términos económicos? Miles y miles de agentes económicos que eran generadores de riqueza van a necesitar, a partir de ahora, subsidios. La situación de crisis es descomunal. No se había conocido algo así desde la guerra. Por lo tanto, se requieren medidas extraordinarias.

Es el momento de mirar al BCE (Banco Central Europeo).

El BCE debe comprar bonos emitidos por los estados a un tipo de interés negativo para financiar la ayuda que van a necesitar las personas en toda la zona euro. Es mejor referirnos a personas: no a empresas, pymes, pueblos o grupos sociales. Personas. Y si además se coordina con el resto de bancos centrales, mejor.

Hay muchas pautas de comportamiento obligatorias, pero también podemos elegir otras. En todo caso, mantener el buen humor es fundamental. Y el foco de la comparativa, también. Entre estar encerrados en casa y salir a la calle, preferimos lo segundo. Sin embargo, no se debe hacer ese enfoque. Se trata de elegir entre estar encerrados en casa y el riesgo de adquirir el coronavirus (junto con una buena multa). La enfermedad supone amargar la vida a las personas que conviven con nosotros, un confinamiento adicional de 14 días una vez superada la enfermedad, y en caso de gravedad, el uso de más recursos sanitarios. ¿Merece la pena?

Es más sencillo decir o escribir las cosas que hacerlas, ya que, como decía Alfred Adler, “es más fácil tener unos principios que vivir de acuerdo a ellos”. No obstante, vamos a profundizar un poco en la valoración de la situación primero, y después buscaremos energía que nos pueda motivar a hacer las cosas mejor.

Llevamos peor la incertidumbre que la realidad. En otras palabras, es peor la posibilidad de tener una cuarentena que la cuarentena en sí misma. Admito que muchos lectores pueden dudar de semejante información, pero está más que testada en los análisis de muchos psicólogos sociales. Claro que no se puede generalizar, y siempre se podrá argumentar que “es mejor trabajar estando preocupado por ir al paro” que “estar en el paro”. En términos objetivos, claro que todos elegimos la primera opción. Pero en términos mentales o de preocupaciones individuales, la cosa ya no está tan clara.

En definitiva, llevamos muy mal la incertidumbre. Si tenemos una costumbre establecida es la de tener todo organizado en agendas: desde el amanecer hasta el anochecer, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre. Si pensamos en nuestra vida de ayer, la teníamos más que teledirigida, con poco espacio para la improvisación. Ahora, un torrente de tiempo ha llegado a nuestra vida. Además, a eso se le añade el inconveniente de tener los ingresos futuros en el aire debido a la situación económica.

¿Cuál es la fuerza que nos puede motivar a hacer las cosas mejor? Una frase mágica, un principio, un propósito. Los ideales ubicados en el fondo de nosotros mismos son fundamentales. Un ejemplo. Está demostrado que en los años 80/90 los países del Este usaron técnicas de dopaje para ganar medallas en olimpiadas o mundiales. ¿Cómo no recordar a los atletas de Alemania Oriental o los soviéticos que volaban en las carreras? Eso es así. Sin embargo, tenían una energía adicional. ¿Cuál era? La frase mágica. La idea es la misma, si bien puede usar diferentes formas. Por ejemplo, “esto lo haces por el pueblo y la comunidad”, “no puedes fallar a tu país”, “tu gente te necesita”. No importa. Ellos no podían fallar a tanta gente.

La frase mágica más usada, lógica y natural es “hago esto por mis hijos”. Sin embargo, ahora vamos a necesitar más.

Toda la comunidad son nuestros hijos, ya que “nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, al igual que si fuera un promontorio, o la casa de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y, por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.” (John Donne).

El autor es autor de Ideas de Economía de la Conducta (Behavior & Law Ediciones)