El primer día pensé que la cosa iba de coña, pero va a ser que no. Los viejillos de mi querido templo del cortado mañanero han organizado una recogida de firmas entre los habituales y los ocasionales para exigir que la campaña electoral dure 15 días como siempre y no esa mierdecilla de ocho que nos quieren colar esta vez. Plantean, de hecho, que nos deberíamos ir por lo menos a los 21 días de matraca, como poco. No se quedan ahí. Quieren que a todos los que se están dando de baja para dejar de recibir en casa la propaganda electoral de los partidos, les llegue el doble de lo normal y en papel no reutilizable, cuando no plastificado. E incluso proponen que en vez del par de debates televisivos de costumbre, esta vez se produzca uno cada día de campaña con repeticiones de mañana, tarde y noche. Reclaman más mítines, más paseos de los candidatos por mercados, ferias, fiestas y demás, llamadas a casa y móviles para explicar los programas electorales de cada uno, y muchísimos más carteles y pancartas por las calles, que es una costumbre que se ha perdido. Quieren bolis, globos, flores, chapas y lo que caiga. Si vamos a hacer esto otra vez, vamos a hacerlo a lo grande, dicen. Y qué puñetas, me están convenciendo. Ya total, puestos a hacer el ridículo...