Estoy estos días loco [aún más, si cabe] tras leer una historia inverosímil. Esta hace referencia a la vida, obra y milagros de Christine Meeusen, uno de esos ejemplos que periódicamente saltan a la realidad mediática tras haber cumplido a pies puntillas, bien es cierto que a su manera, con eso que el imaginario colectivo, y la industria audiovisual del otro lado del charco denominan sueño americano, signifique eso lo que signifique. La citada disfrutaba, según indica la reseña que ha llegado a mis manos, de un currículum trufado de epígrafes interesantes en el mundo de los negocios en Estados Unidos, cuna del capitalismo más salvaje. El caso es que la citada, después del preceptivo declive vital, supo reinventarse. ¡Y de qué manera! Tiró de manual y se convirtió en una emprendedora con un modelo de negocio sin competencia aparente, y casi, casi, con apoyo divino. No en vano, ideó una estrategia novedosa. Se calzó unas sandalias de peregrina y un hábito de monja. Se hizo llamar hermana Kate y, después, montó una congregación dedicada, no a al rezo y a la contemplación, sino al cultivo y venta masiva de marihuana medicinal en California. Ni que decir tiene que su propuesta ha entrado por la puerta grande en los manuales de autoayuda. Genio y figura.
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