Sumergidos ya en la carrera hacia el 10-N, a lo que amenazaba con ser un trasunto desgastado y enervante del 28-A protagonizado por la batalla por el relato de la culpa, ha venido Íñigo Errejón y sus siglas de nuevo cuño a darle un poco de picante. Siendo honestos, esto es como mirar el dedo en lugar de la luna, pero juguemos. Si hasta hace unos días los análisis tenían como eje la posible abstención y las previsibles cotas de desmovilización en el electorado, especialmente a la izquierda del arco político; el eje se desplaza ahora al impacto que la irrupción de una tercera fuerza puede tener en este espacio político, teniendo en cuenta ese factor de desmovilización y sumándole el de un eventual aumento de la indecisión y la fragmentación del voto, con el consiguiente lastre que eso puede suponer para las fuerzas de ese espectro a la hora de afrontar el reparto de ley D’Hondt. Las crónicas aseguran que el principal pagano del debut de la marca de Errejón será Unidas Podemos, hasta un 40% de los escaños en peligro según algunos cálculos. Veremos. Compromís y la Chunta ya se han sumado a los de Errejón, Equo está dividido. Por otra parte, el indisimulado entusiasmo de Pedro Sánchez ante los debutantes también podría perjudicarles. De salida, al menos, la pugna de Errejón y Pablo Iglesias tiene tintes de tragedia griega.