Al siguiente que me diga que tenemos la clase política que nos merecemos le dejo de hablar porque me sentiré insultado gravemente. En realidad, creo que sería un agravio hacia toda la sociedad, que no tiene la culpa de que una serie de ineptos, codiciosos e interesados se hayan aposentado en las direcciones de los partidos políticos llamados a guiar los destinos del Estado desde la gestión de sus instituciones ejecutivas y legislativas más importantes. Supongo que, para gustos están los colores y a quienes yo veo como el principal problema para la estabilidad, el progreso y el desarrollo, sus correligionarios verán como auténticos gurús de nosequé ideas y como férreos adalides de la democracia. Sin embargo, me da a mí al hocico que una generosa mayoría de ciudadanos empieza a pensar que casi mejor solos que mal acompañados, porque está visto que desde hace unos años, los líderes que nos han tocado en desgracia no son capaces de aportar soluciones a los retos a los que se enfrenta el país. Más bien, al contrario, son los que generan una buena parte de los problemas con los que ha de lidiar el personal. Habrá que ver cómo de cansada está la ciudadanía porque, a lo peor, en las próximas elecciones hay más de uno que acaba con cara de sorpresa.