No pretendo discrepar del discurso institucional, pero la verdad es que Gasteiz se ha convertido en una ciudad oscura. Un simple paseo cualquier día de la semana por según qué calles requiere de la ayuda de la linterna del móvil para no llevarse por delante parte del mobiliario urbano. Supongo que la introducción en la ciudad de alguno de los sistemas más modernos de iluminación sostenible ha provocado que se hayan disparado las ventas de focos frontales, muy al estilo de los que acostumbran a llevar los mineros en sus cascos cuando entran en las galerías en busca de la veta adecuada. Sin embargo, supongo que las percepciones van por barrios, ya que cuando se traslada esta queja a las autoridades convenientes, éstas niegan la mayor, abundan en las virtudes y bondades de las nuevas tecnologías en bombillas de extrabajísimo consumo y, si insistes, casi que te acusan directamente de ser portavoz de los contaminadores lumínicos y, por ende, una especie de terrorista antisostenibilidad. En fin, dice mi primo el del pueblo que en el equilibrio está la virtud. A lo mejor, con el paso del tiempo, Gasteiz logra cuadrar el círculo para iluminar e iluminarse con criterio y sin poner en entredicho el arco de capacidades del ojo humano.
- Multimedia
- Servicios
- Participación