Italia vuelve a afrontar una grave crisis política y de gobierno. No es nada inusual. La cultura política del país transalpino es rica en drásticas rupturas de gobiernos, caídas de primeros ministros, vuelcos electorales, coaliciones extravagantes y en toda suerte de pactos que se sellan y se descomponen con la misma aparente facilidad. Pero el momento actual contiene un riesgo añadido, por cuanto puede suponer la culminación del gran anhelo del actual hombre fuerte del Gobierno italiano y responsable de Interior, el ultraderechista Matteo Salvini, de convertirse en el primer ministro del país al coste que sea. No hay duda de que va camino de conseguirlo. El polémico ministro ha sido quien en 48 horas ha dado por finiquitado el Gobierno de coalición entre la Liga y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) y ha presentado una moción de censura contra el supuesto líder de su propio Ejecutivo, Giuseppe Conte, quien en realidad no ha sido sino un hombre de paja sin capacidad política y que ha estado siempre condicionado y anulado por Salvini, como primer paso para culminar su asalto definitivo al poder. Aunque el detonante último de esta crisis puede situarse en las fuertes discrepancias existentes en el seno del Gobierno a raíz de cuestiones tales como la política migratoria -de la que Salvini ha hecho bandera liderado las posturas más duras, inhumanas y restrictivas y aprobando dos leyes contra el derecho de asilo y contra las ONG que rescatan a náufragos en el Mediterráneo- o las infraestructuras, lo cierto es que la propia coalición, antinatura y explosiva entre una fuerza ultraderechista y otra populista con toques izquierdistas, no podía funcionar ni era la solución para los graves problemas del país. El Gobierno, que ha durado poco más de un año, ha sido un mero trampolín para Salvini, que ha visto en los resultados electorales de las europeas y en las encuestas su gran oportunidad para convertirse en primer ministro. Su objetivo es meridianamente claro, tal y como expresó públicamente el viernes: “Pido a los italianos que me den plenos poderes para poder hacer lo que hemos prometido sin piedras en el zapato. Quien elige a Salvini, sabe lo que elige”. En definitiva, la extrema derecha sin filtros, el populismo llevado al límite en el corazón de Europa, en la cuna de la cultura europea. Un riesgo demasiado elevado pero que parece imparable.
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