Creo que no es gratuito que una de las grandes historias contemporáneas sea la de La guerra de las galaxias. El ser humano ha crecido contando historias, reales, adornadas o imaginadas, de heroínas y héroes que emprenden grandes viajes. Sobrevive y sobrevivirá la historia de Ulises, como lo hará la de Elcano -el mar siempre ha sido escenario propicio para el viaje como búsqueda-, confío en que también lo hagan la de Luke Skywalker o la de Frodo Bolsón, porque el viaje, real y/o metafórico, en el fondo es la vida, la nuestra, la de cada uno. Con el paso del tiempo el mundo se ha ido haciendo cada vez más pequeño. Y el viaje, incluso el componente romántico del héroe y la heroína, parece quedarse sin terrenos que descubrir. ¿Se imaginan al pirata de Espronceda, que es mi barco mi tesoro, es mi dios la libertad, hoy, Asia a un lado, al otro Europa y allá a su frente Estambul? No digo que no, pero no es lo mismo en estos tiempos de GPS y vuelos low cost. Por todo esto, confieso que veo en el espacio y las estrellas el último reducto de ese romanticismo del viaje. Y es un gusto que aprovechando los 50 años del viaje lunar del Apolo XI -esa referencia al dios griego- las radios se hayan dedicado a emitir canciones que mencionan a la Luna, como ese delicioso Moon river de Desayuno con diamantes que está sonando.
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