vuelven las carreras por explorar el Universo. Pero ya no es solo cuestión de guerras entre superpotencias, que también. Cuando se cumple medio siglo del primer viaje tripulado a la Luna, magnates como Elon Musk (Tesla), Jeff Bezos (Amazon) o Richard Branson (Virgin) compiten por rentabilizar los viajes interplanetarios. La Tierra se les ha quedado pequeña, está claro. Y la ética hace años que pasó a mejor vida. Poder, gloria, dinero... es lo único que cuenta. O eso parece. Si aquí ya han superado a los gobiernos y sus leyes para colonizar a la Humanidad, imagínense más allá de la atmósfera donde no hay ni siquiera normas que sortear. Ni astutos abogados ni procelosos juicios ni siquiera sobornos o puertas giratorias. No hay jurisdicción y, por tanto, el primero que llega gana y se queda con lo que encuentra. Como en el Far West. El caos galáctico parece asegurado con estas premisas. Vamos a exportar lo peorcito de nuestra actual escala de valores. Nadie, o esa impresión da, se ha parado a pensar si convendría establecer parámetros de conducta en planetas ajenos. Trump, Putin y los chinos anuncian nuevas misiones espaciales pero cada uno por separado, cada cual más fanfarrón y fantasioso. Será para tapar carencias terrenales y pasar a la Historia como... ¿lunáticos?
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