esto ya es otra cosa. Quien más, quien menos, ha echado un ojo al calendario para comprobar cómo caen esos días en los que las cuadrillas de blusas y neskas campan a sus anchas por las calles de Gasteiz con el único objetivo de honrar a sus ganas de fiesta y de venerar a los símbolos con los que nos hemos dotado los gasteiztarras para significar esa tregua en medio de la realidad en la que, dentro de la lógica, se puede aspirar a vivir con algo menos de contención. Si les he de contar la verdad, y aunque me toque trabajar en esos días especiales, se agradece dejar de relatar las retahílas habituales, los dimes y diretes de unos y otros, los complejos de aquél y las necesidades de aquélla y centrarse en lo verdaderamente importante, que tiene que ver con la necesidad humana de vincular su existencia al placer, al gozo y al disfrute, que para sufrir, ya habrá tiempo, y para volver a la cotidianidad, también. En fin, ya me ven, afectado por una suerte de astenia prefestiva y por un hartazgo vital derivado de la brega con el día a día. Aunque, bien mirado, supongo que esto mismo afecta a miles de personas que exprimen sus particulares jornadas laborales con el fin de acercarse lo más posible a un descanso merecido. Si llega, háganme un favor, disfruten.