Probablemente, el jueguito de tronos postelectoral de la Villa y Corte tenga más que ver con esa imagen de tahúres del far west en torno a una mesa del saloon, vigilándose por el rabillo del ojo, decidiendo en qué momento conviene deslizar la carta de la manga o si lo hará el contrario, calculando quién de los jugadores es más rápido con el Colt de su cadera. Sobra decir que los sufridos votantes son el dueño del saloon, tras la barra, secando vasos y sirviendo whisky, con mandil, mirando aterrorizado ante la tormenta que sabe que se desatará y una mano presta para asir el Winchester que todos saben que esconde bajo la barra. En este momento de la partida, la duda es ¿quién aguantará más el farol? ¿Quién tiene más que perder? Sánchez se arriesga a perder la Moncloa; Iglesias, a que la deriva a la baja hunda a Podemos: el electorado de izquierdas difícilmente se movilizará en unas nuevas elecciones como lo hizo el 28 de abril. Y, llegado el caso, posiblemente la derecha intentará no tropezar dos veces en la piedra de la división de voto. Por supuesto, las partidas son imprevisibles. A James Butler Hickock le sacaron de una de un tiro por la espalda. No soltó sus cartas al caer al suelo, una combinación que se conocería para siempre como la mano del muerto. ¿Quién tendrá la doble pareja de ases y ochos?
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