No se lo van a creer, pero estoy contento. Será que la acumulación de años ha logrado enternecer mi carácter, que la llegada del verano presagia unas prontas vacaciones que, a mi modo de entender, serán muy bien recibidas o que los gobiernos en el Ayuntamiento de Vitoria y en la Diputación alavesa ya están empezando a rodar desde la estabilidad que les han otorgado las urnas evitando asemejarse a otras instituciones, que parecen malditas y que acostumbran a provocar reacciones iracundas de la ciudadanía ante sus impasses. El caso es que tengo otra predisposición vital y ya miro al calendario laboral con cierta suficiencia y sin muchos ascos, pese a que los días laborales se siguen acumulando sin razón de continuidad. Incluso, picos de actividad como el relacionado con el Ironman que ha enloquecido a toda una ciudad se asumen con ilusión y con un talante positivo, entre otras cosas, porque se nota que la capital alavesa y sus gentes disfrutan organizando eventos y que, además, acostumbran a hacerlo de sobresaliente, y eso se nota entre quienes nos visitan, que no dudan en alabar lo que se encuentran cuando llegan a competir. ¿Ven? Llevo veintitrés líneas escritas sin quejarme absolutamente de nada ni atizar a nadie. Lo dicho, ha llegado el verano.
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