si hay elecciones y el hartazgo social se manifiesta en forma de abstención, quién sabe, a lo mejor la izquierda le regala al PP la mejor plataforma para reconstruirse; el BOE y Televisión Española. Casado aparece ahora como un chico templado en comparación con Rivera, un potro desbocado que ya no responde ante nada ni ante nadie; y con Vox, que ha demostrado mayor habilidad táctica que Ciudadanos pero que ya ha canalizado y atemperado la mala leche del electorado de derechas. Ahora parece que da más miedo a los españoles de bien que a los rojos, separatistas, homosexuales, titiriteros, ateos, feministas, equidistantes, ecologistas, bolivarianos y buenistas que prestaron sus sufragios a Sánchez y que a lo mejor en noviembre creen que no valió la pena o que el destino de Abascal no depende de que se queden en casa o vayan a votar. En cualquier caso, si algo se puede augurar de ese incierto escenario es que redundaría de forma notable en beneficio de los partidos nacionalistas, esta vez no como consecuencia de la reacción ante una explosión de patriotismo rojigualdo que se ha diluido, o únicamente soterrado, en solo un par de meses, sino por la incapacidad de los grandes partidos, los viejos y los nuevos, para hacer política.