Pues para ser Green Capital y con toda la matraca que nos dan nuestras instituciones, no sé si por cuestiones de marketing o porque se lo creen realmente, esta superciudad suspende claramente en la gestión de parte de su pulmón verde. Y lo digo con razones poderosas que, ¡vaya paradoja!, han provocado en mí cierta animadversión hacia la sostenibilidad y todas esas mandangas terminológicas de nuevo cuño. El caso es que los árboles que hay en Gasteiz, al menos, los que acostumbran a dar sombra a mi vehículo en los huecos que, por azar, encuentro libres a la hora de aparcar, me dejan cada día el coche como si hubiera estado sumergido en una piscina a rebosar de resina y, tras salir, alguien hubiera estado desplumando una gallina sobre él. No me entiendan mal. No tengo nada en contra del medio ambiente y todas las políticas trasversales tendentes a tratar de congraciar a la especie humana con el planeta en el que vive. Sin embargo, suspiro por encontrar en algún lugar de Vitoria a alguien con los conocimientos adecuados y que sea capaz de elegir las especies arbóreas llamadas a enverdecer la ciudad sin que éstas conviertan las calles en un cúmulo de ungüentos de difícil disolución. Supongo que así, con criterio, me congraciaría con el verde.