Anda nuestro querido escanciador de refrigerios, cafés y sustancias varias afilando un machete que encontró en la casa del pueblo hace unas semanas, repitiendo como un mantra cada vez que le pasa el paño otras elecciones, no ante la perspectiva de que en otoño volvamos a tener otra fiesta de la democracia. Claro, los viejillos del cortado mañanero, que me vienen al local con la chaquetita en la mano a pesar de la ola de calor porque las parientas han dicho que más vale un por si acaso que un pensé, no hacen más que pincharle por aquello de echarse unas risas a costa de ver cómo a nuestro querido camarero se le hincha la vena de cuello mientras adopta tonalidades nunca vistas en un ser humano. De hecho, hay apuestas sobre si es verdad que si le dices Sánchez aquello se pone rojo pero si le saltas Iglesias, sale el morado que lleva dentro. Es de esperar que mientras la cosa se solucione, a ningún político, aunque sea de a pie de calle, se le ocurra entrar en el bar porque nadie sabe cómo puede acabar la cosa, pero será bastante parecida a La matanza de Texas. De momento, un viejillo ha propuesto que cada vez que alguien diga la palabra elecciones haya que tomarse un chupito de whisky mientras se canta aquel hit de Desmadre 75.
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