Anda el personal algo estupefacto con la gestión de la negociación postelectoral de Pedro Sánchez. No ha cambiado nada desde el 28 de abril, los escaños de unos y otros siguen siendo los mismos, pero la decisión de posponer cualquier conversación hasta después del 26-M ha acabado por sembrar en el ámbito de La Moncloa las cuitas y cuotas de las escaramuzas municipales y autonómicas y, quizá, un escenario que aparecía más bien sencillo para el líder del PSOE se ha vuelto bastante más enrevesado. En apenas mes y medio, aquel “con Rivera no” que resonaba en Ferraz tras la victoria del 28 de abril parece candidato a ser sepultado en el tablero, con un Pedro Sánchez en pleno proceso de tour de force de su relato nacido del “no es no” y crecido con fuerza en oposición a la foto de las tres derechas en Colón. La oferta de UPN a Sánchez para desactivar el intento del PSN de apearle del Gobierno navarro parece haber dado alas a un mensaje no pronunciado pero sí insinuado por Sánchez, dirigiéndose a PP y Ciudadanos -particularmente al segundo- para que facilite su investidura. Isabel Celaá fue muy gráfica ayer: Podemos ya no es socio preferente -aunque será el primero en reunirse con el PSOE- mientras los morados insisten en la fórmula de coalición. Guerra de nervios.