Dice el Instituto Nacional de Estadística (INE) que Vitoria es, con casi 17.000 euros per cápita de renta anual, la segunda capital más rica en el Estado, solo por detrás de Donostia. El mismo trabajo coloca a Gasteiz en el puesto 11 de una tabla capitaneada por municipios del oeste y del norte de Madrid, por Getxo y por Sant Cugat del Vallès, en los que, habitualmente, residen algunas de las fortunas más importantes del país. Vistas así las cosas, me extraña que a mí no me dé para comprarme un deportivo de nombre italiano o para construirme una mansión en algún lugar idílico cerca de la costa. Supongo que, como todo en la vida, siempre hay que analizar el contexto, y el mío en particular me aleja terriblemente de los estándares de la opulencia pese a formar parte de esa media numérica. Sin embargo, y pese a las evidencias, sí que hay que sacar un poco de pecho, sobre todo, por el desarrollo industrial de Gasteiz y su capacidad económica, fruto de las inversiones empresariales, del acompañamiento institucional y del esfuerzo conjunto de miles de ciudadanos que, cada día, se trituran un poco en sus respectivas tareas. Todo ello contribuye a la generación de riqueza y a que la ciudad, en general, disfrute de un nivel de vida del que hay que enorgullecerse.