Venga, otra ronda
En realidad, a los viejillos del bar del cortado mañanero les está empezando a preocupar, y mucho, que se acercan las vacaciones de los nietos y eso significa empezar un periodo de esclavitud que en el local de nuestros escapes diarios causa estragos, sobre todo cuando les petits bâtards terminan con sus abuelos frente a la barra, aburridos como hongos y sin entender cómo esta panda de carrozas decide pasar ni un segundo de su vida en semejante antro. Ahí, justo ahí es cuando ves en la cara de alguno de los aitites cómo empiezan a entender a Herodes. Aunque nada es comparable a lo que sufre durante el verano nuestro querido escanciador del café y otras sustancias, que alguna vez ha tenido tentación de llevar a cabo una adaptación de La Boda Roja, aunque dudo que alguno de los viejillos esté muy al tanto de qué es eso de Juego de Tronos. Es más, me da la sensación, por las conversaciones de estos días, que ni siquiera les importa ya mucho quién se hará con el poder en estas tierras menos famosas que las creadas por George R. R. Martin. La saturación electoral empieza a florecer después de dos meses de no parar y hemos pasado a ese estado de no creer nada de nadie. Como comentó el otro día uno de los más veteranos: en esto de las campañas, ya se sabe, mucho lirili pero poco lerele.