Lo del honor está de capa caída, admitámoslo. Tomás Moro creo que acuñó aquello de que “si el honor fuera rentable, todo el mundo sería honorable”. Pero el honor no suele ser precisamente provechoso en términos materiales. Marcelo Bielsa la ha liado con su decisión de que su equipo se dejara marcar un gol después de que marcaran aprovechando que un jugador rival estaba tendido en el suelo. La decisión le ha costado a su equipo perder la posibilidad del ascenso directo a la Premier y jugárselo ahora en los play-off. Escucho lo que ha hecho Bielsa en plena madrugada electoral, mientras dos exfutbolistas le llaman poco menos que pardillo en una de esas tertulias balompédicas. Mientras les oigo hablar de que el fútbol es un juego de listos -quieren decir listillos, la vida por desgracia tiende a ser de los listillos, lo que no quiere decir que tenga ni que deba ser así- y de machos alfa aú, aú -les juro que no hablaban Leónidas y sus 300, por ejemplo-, concluyo que no solo admiro el gesto de Bielsa por lo que representa en sí mismo, sino por lo que molesta a algunos tipos como los de la tertulia y por la espalda anchísima que tiene que tener este hombre para apechugar con las consecuencias de una decisión que era, desde luego, la más difícil.
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