Por suerte, a lo largo de todos estos días ningún aspirante a ser el dueño de las urnas ha pisado nuestro templo del cortado mañanero. Mejor para ellos y ellas porque los viejillos están descansados ante la ausencia de nietos a los que ir a recoger al colegio, por lo que entrar en el bar más bien parece acceder a una de Los Vengadores en versión arrugada pero con la misma energía que los personajes de Marvel. Eso sí, han dejado de hablar de política ante la perspectiva de que este año nos quedemos sin el tradicional pintxo de revuelto de perretxikos, que en estas fechas suele preparar nuestro querido escanciador de cafés y sustancias varias para los clientes habituales al objeto de celebrar como se merece que somos alaveses de tomo y lomo. Al parecer, los de la frutería de la esquina dicen que la cosa está muy cara y que ellos no se responsabilizan de la posible ausencia de sabor de lo que puede que traigan al final. Así que está el barman en una frenética carrera por distintos puntos de la ciudad y del territorio para ver si encuentra algo que merezca la pena y cuyo precio no le suponga pedir otra hipoteca. De momento la cosa no pinta bien y los viejillos, en compensación, han pedido doble ración de jamón del bueno en la salsa de los caracoles, que seremos alaveses pero no tontos.