como el replicante de Blade Runner, yo he visto cosas que ustedes no creerían en esta escasa semana que llevamos de campaña electoral, pero me las voy a guardar para no influir en el voto de la ciudadanía, que ya digiere lo suficiente delante de las cámaras como para hacerse una idea de lo que hay en cada casa y actuar en consecuencia. A mí, que me toca asistir a la función tanto desde la platea como desde las bambalinas, me pasa algo curioso en estas épocas de extrema tensión dialéctica, de abstracta discusión pública en torno a cosas que no se pueden ver, ni oler ni tocar, por mucho que en algunas nos vayan la vida y el futuro, y en otras no tanto. Me pasa que aprecio más que de ordinario la relación cotidiana y cordial entre las personas, los pequeños ejercicios de construcción social en los concejos, las escuelas o las comunidades de vecinos, los hitos de los grandes y pequeños deportistas, el estallido de la primavera, las hilarantes conversaciones que furtivamente capto entre mi hijo y sus colegas, las ciclópeas marejadas que han golpeado la costa, el rocanrol y los primeros bonitos que llegan a la pescadería procedentes de las Islas Canarias. La vida, en definitiva, que discurre tan paralela a la campaña que rara vez llegan ambas a converger.