yo también he estado alguna vez en Notre Dame y, por supuesto, me impactaron las imágenes de las llamas comiéndose la catedral. No me llevé un gran recuerdo de la visita, por cierto, porque allí vendían de todo y recuerdo que entonces evoqué el fragmento de la Biblia cuando Jesucristo echaba a latigazos a la gente de un templo al grito de fariseos. En todo caso, entiendo que el incendio haya conmocionado a los franceses y a la Iglesia, aunque solo sea por la magna historia acumulada entre esos muros y el hecho de que el monumento reciba la visita de nada menos que trece millones de turistas al año. Reconozco que Francia, y supongo que la Iglesia, están obligados a la reconstrucción. Además, eso une mucho y, de paso, también se brinda a que grandes fortunas se apresten a donar cientos de millones para limpiar sus conciencias y mejorar su imagen. Pero de ahí a tragar con que el incendio de un edificio -sin muertos ni heridos- conmociona los cimientos de Europa va un trecho largo. Me sorprende la propuesta del presidente del Parlamento Europeo pidiendo a sus señorías un día de su sueldo para reconstruir Notre Dame. ¿No era esta la Europa de las personas? No veo, ni de lejos, la misma sensibilidad con los refugiados o los muertos en el Mediterráneo...