Por ahora, a vista de pájaro esta campaña parece definida por ese episodio protagonizado por la Cofradía de la Buena Muerte, cuyo hermano mayor, viendo que varios candidatos preveían el día de Jueves Santo darse un garbeo por Málaga, les pidió por carta que se abstuvieran de ir a la conocida procesión que protagonizan los legionarios. Leo también que un colectivo de legionarios veteranos ha pedido a Vox que no utilice el Soy el novio de la muerte en sus mítines. Parecidos conflictos musicales, salvando los insondables océanos, vivieron en su día George W. Bush con Tom Petty o Donald Trump con Pharrell Williams o Rihanna. Quién nos iba a decir que en campaña acabaríamos hablando de la Legión. Pero es que esta campaña en buena medida está yendo de ver quién la tiene más grande, la bandera claro. Dados los días de recogimiento en los que nos encontramos, quizá sería bueno algún ejercicio espiritual para candidatos, un poquito de sosiego y un posterior reparto de torrijas ricas para todos. Luego, en los aledaños de la campaña pero con probable impacto en ella, aparecen algunos que con la autojustificación del antifascismo acaban en ejercicios de achique de democracia con los que seguramente no hacen sino prestar imágenes cosechavotos en otros caladeros. Y aún faltan diez días.