No se podía esperar otra cosa en un bar. La cuestión era quién la decía más grande. En nuestro querido templo del cortado mañanero, uno de los chicos de la frutería de al lado -al que le gustó un día que uno de los viejillos le dijese aquello de “eres más negro que el tizón”- se llevó la palma: “Si queréis ver de verdad un agujero negro, yo os lo enseño”. Por supuesto, hubo alegría y alborozo entre los presentes ante la tentativa de quitarse el cinturón y desabrochar alguno de los botones del pantalón, alguna indignación fingida y unos cuantos chistes a modo de réplicas tras el terremoto. Y todo porque dicen que se ha hecho una fotografía de un agujero negro supermasivo del centro de la galaxia Messier 87 y, en realidad, nadie era capaz de hacerse una idea más o menos aproximada de dónde cae eso y qué significa. Quedó claro que la ignorancia sobre la cuestión nos afectaba a todos a pesar de que ese agujero negro y los allí presentes somos igual de reales. Y justo en este punto, cuando las chanzas y los chistes habían terminado, el más veterano de los viejillos -y estamos hablando de más de 90 años- se preguntó en voz alta: “Vale, vale, aquí nadie tiene ni idea de él pero ¿y el agujero ese, qué sabe de nosotros?”. Claro, hubo que invitarle al vino.