No sé muy bien cómo explicarlo, pero me da a mí que los señores políticos están estos días un par de grados más cariñosos y receptivos con el personal de lo que suele ser la tónica habitual. Me imagino que algo tendrá que ver en el asunto el calendario de varias citas electorales en las que, cómo no, se la juegan los citados. Y mucho me temo que eso en los organigramas y en las estructuras de los partidos equivale a desempolvar en sus sedes el catálogo que recoge y reúne los protocolos con los que tratar a la ciudadanía cuando se precisa su voto. Los besamanos y los saludos indiscriminados a propios y extraños, las carantoñas a traición a toda la chiquillería que el candidato y sus asesores se encuentren por la calle, las visitas a pie de zanja para departir amigablemente desde la obra con el retén de jubilados de guardia o los paseos puesto a puesto interesándose por el precio de la berenjena de temporada en la Plaza de Abastos van a ser el pan nuestro de cada día de unos y de otros. Sólo espero que este arreón de cortesía no se le atragante a alguno de los aspirantes a gobernar nuestras instituciones, ya que la falta de costumbre puede ser muy traicionera si uno no está acostumbrado a tratar con personas habitualmente.