desde que existe Internet el espacio de discusión pública es infinito, pero a la hora de la verdad los debates comunes giran en torno a un puñado de temas, y por ello quien es capaz de dirigir la agenda del país tiene la mitad de su camino hecho para, después de decirnos de qué tenemos que hablar, imponernos lo que tenemos que hacer. Todo el mundo tiene una opinión sobre la tenencia de armas, pero la cuestión no es tanto si te deben condecorar o no por pegarle un tiro a un intruso en el salón de tu casa como plantearse por qué nunca hemos hablado de eso y ahora sí lo hacemos, cuando es un debate que no responde a demanda ni inquietud social alguna. Incluso, más que preguntarnos por qué se habla de lo que se habla, deberíamos preguntarnos por qué no se habla de lo que no se habla, que son muchas más cosas. La censura de hoy, la efectiva, no consiste en juzgar y meter en el talego a un rapero por decir burradas, sino en diluir lo crucial en un inabarcable mar de información, en elevar lo anecdótico a la categoría de dogma para desviar la atención, o en dirigir sutilmente a la gente, sin prisa pero sin pausa, al terreno deseado. Al final del proceso la sociedad tendrá la ilusión de que decide por si misma, y todos tan contentos.
- Multimedia
- Servicios
- Participación