A la espera de desenlace, el sindiós este del Brexit va sirviendo para que se nos venga abajo el mito de la política británica: su sistema será referente histórico, pero sus políticos son tan de andar por casa como el resto. Eso sí, George R.R. Martin lo tendría chungo para inventarse una trama con tantos giros, trampas, mentiras y villanos. ¡Si hasta se han montado su particular conspiración palaciega! Así han llamado algunos al intento aireado -demasiado aireado quizá- de un grupo de ministros para hacer caer a Theresa May. No repetiré el aforismo de Churchill, en política el sistema binario amigo/enemigo es complejísimo de discenir y aplicar. Leo una crónica sobre esta conjura contra la premier en la que, echando mano de la oportuna y siempre eficaz referencia al universo literario de Shakespeare, se establece un paralelismo entre May y Hamlet, el personaje preso de la duda y la indecisión. Hamlet y la mayoría de los héroes shakespearianos acaban sucumbiendo. Pero habrá que reconocerle a May una importante capacidad de resistencia. Ahora bien ¿hasta dónde llegará su resistencia en un entorno en el que incluso, y sobre todo, los suyos parecen dispuestos a hacerla caer? ¿Esa aparente falta de rumbo no esconderá quizá una simple huida hacia adelante enraizada en el empecinamiento? Continuará.
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