Hace ya un tiempo, en uno de esos debates en los que te ves involucrado sin saber ni cómo ni a cuánto entre un grupo de conocidos que no amigos, uno de los presentes se quejaba amargamente de que en su barrio había desaparecido toda huella de la vida de otras épocas, de ese ir y venir de gente que recordaba en su niñez, y que en gran parte era culpa de la desaparición del comercio de toda la vida, lo cual “es algo muy malo en una ciudad como Vitoria donde las pequeñas tiendas lo han sido todo”. La cosa fue subiendo en argumentación superficial hasta que acabamos con aquello de la culpa de todo la tiene tanto bazar chino o tanta gente de fuera... Y ahí es donde un servidor, callado hasta el momento como si le hubiese comido la lengua un gato, le preguntó al aireado quejica: perdona, pero ¿cuántas veces has ido en los últimos cinco años a la carnicería de al lado de tu casa? ¿y a la zapatería? ¿a comprar una batidora? ¿y a hacerte con las sillas de la cocina? ¿y a...? Respuesta: Internet y grandes superficies. Y entonces, ¿de qué te quejas?. A veces, sólo a veces, para que sucedan las cosas, sólo tienes que actuar. Que quieres comercio en tu barrio, pues compra. Que quieres una determinada política, pues vota. Que quieres dejar de oler a choto, pues dúchate.
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