Supongo que a estas alturas ya nadie duda de que la política española es lo más parecido a una montaña rusa: un día estás en la cima, al siguiente estás en el pozo. Algo así parece estar viviendo Ciudadanos. De siglas de moda en ascenso, la formación naranja, entre el pacto de las derechas -por mucho que le duela el calificativo al partido de Albert Rivera- en Andalucía, la foto de Colón, la efervescencia de Vox a un lado y el veto post electoral al partido de Pedro Sánchez en el otro, Ciudadanos parece haber pasado a entrar en un ciclo demoscópico descendente, a 47 días para las elecciones generales. En el frenesí de malas noticias, ayer Ciudadanos se enfrentó a una no menor: el fichaje estrella de Albert Rivera para las autonómicas de Castilla y León, la expopular Silvia Clemente, fue despojada de su victoria en las primarias por la Comisión de Garantías de la formación. En un partido con un acentuado perfil cesarista, es inevitable que el episodio acabe salpicando al líder. De paso, ayer también se anunció que C’s concurrirá a las autonómicas navarras del 26 de mayo junto a UPN, quien también ha firmado un acuerdo con el PP. Una triple alianza curiosa para un partido como UPN, que se llama foralista, junto a otros dos que no han hecho precisamente del autogobierno navarro un motivo de defensa.
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