No sé si es una fake news de esas tan de moda, pero esta historia merecería no serlo. Quizá porque me ha recordado, por la referencia al hielo y la nieve, a aquel libro de Carmen Martín Gaite, La reina de las nieves, del que guardo grato recuerdo -de paso, ya dejo recomendación de lectura, que no hace falta que sea 8 de marzo para leer libros escritos por mujeres-. Esta es la historia de Judith, texana septuagenaria, de viaje con su hijo por Islandia. En una visita a un lago glaciar, con sus iceberg y todo, con un notable espíritu aventurero, decidió posar para la foto sentada en un trozo de hielo que asemejaba un trono. El hijo de Judith inmortalizaba el momento y enviaba las imágenes a su nieta, en EEUU, por WhatsApp con el mensaje “la reina del iceberg”. Pero mientras, Judith se iba alejando en su trono de hielo, desgajado por sorpresa y arrastrado a la deriva. Y el hijo de Judith siguió tomando imágenes y enviándolas, un gran cronista: “Perdió su reino al irse a la deriva”, escribió a su hija mientras la reina del iceberg se alejaba en su trono. En la última imagen, Judith aparecía en su trono agitada por las olas: “Poca broma, el servicio de guardacostas ha tenido que rescatarla”. Judith se encargó, ya en tierra, de poner el brillante broche a su aventura: “Siempre quise ser una reina, vamos, ya sabes, era mi oportunidad”.