Tenemos estos días a nuestro querido escanciador del café y otras sustancias enfrascado entre papeles, con las gafas en la punta de la nariz y rascándose la cabeza cada dos por tres. Entre las manos tiene el nuevo reglamento del Gobierno Vasco sobre la realización de espectáculos y actividades recreativas, que en lo tocante a los bares tiene su tela. La cuestión es que varios de los viejillos habituales fueron en tiempos (o eso dicen) miembros de coros y de algún grupo de música modernuki. Algunos días, según van cayendo los vasos de lo que no es agua, los muchachos se animan con el Aldapeko, alguna jota, alguna de las canciones que le veían interpretar a Sara Montiel en el cine... Estos no discriminan. Y dice el barman que no tiene claro si debe considerar estos alegres cantos como conciertos. Claro, no sabe si tiene que llamar, como dice el reglamento, a Lakua con diez días de antelación para avisar de que los borrachos de sus clientes es posible que el martes a las ocho se animen. Y si lo hacen, si es verdad eso de que no pueden ponerse en plan Niños Cantores de Viena más de doce veces al año, que a ver quién es el guapo que les dice a los viejillos que la autoridad no lo permite y que si llega multa, hay que pagarla a escote. Estos políticos, siempre dando disgustos.