Sí. Soy consciente de que al escribir estas cuatro líneas corro el riesgo de retratarme. Y no precisamente para bien. Pero, en cualquier caso, me llama poderosamente la atención el lenguaje que se ha elegido para hablar sobre la metamorfosis de nuestras ciudades en materia de movilidad. Términos y conceptos como calmado de tráfico, BEI, BRT, semaforización inteligente, smart cities, zonas 30 o ciudades para personas han llegado a nuestras vidas sin saber cómo y amenazan con quedarse en ellas dada la trascendencia que se les ha querido dar en los ámbitos institucionales correspondientes, que los utilizan con profusión y sin filtro. Aunque, sin duda, la noción que se lleva la palma es la de las supermanzanas peatonales. No sé si me van a creer, pero llevo reflexionando sobre el particular un buen rato. Y, lo que es peor, he llegado a una conclusión: si lo que se pretende es magnificar la denominación sin más ánimo que el de obnubilar al personal, el inventor de la misma debería haber atendido a otras frutas más lustrosas, más jugosas, más grandes o más sabrosas. Sin duda, términos como supermelones o superframbuesas peatonales le vendría como anillo al dedo. De esa forma estoy convencido de que los vecinos sí que se involucrarían en la transformación del espacio urbano.
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