La dimisión de Jim Perro Loco Mattis como secretario de Defensa de EEUU, explicitada en una clara y dura carta en la que el general y jefe del Pentágono hace nítida su discrepancia con las decisiones geoestratégicas de Donald Trump, ahonda en la continuada crisis del Gobierno Trump pero evidencia sobre todo la irresponsabilidad de su política internacional. Que Mattis se sume a la decena larga de altos cargos que fueron de su confianza -la embajadora en la ONU, Nikki Halley; la secretaria de Justicia, Sally Q. Yates; el asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn; el director del FBI, James Comey; sus directores de Comunicación, Anthony Scaramucci y Hope Hicks; el secretario de Salud, Tom Price; el secretario de Estado, Rex Tillerson; sus jefes de gabinete Reince Priebus y John Kelly...- y han dejado el Gobierno apenas sería un grado más de la inestabilidad que el propio Trump traslada al Ejecutivo Federal. Ahí está el shotdown o cierre de la administración que se adivina ante su negativa a firmar el proyecto de ley aprobado por el Senado que dotaría de fondos suficientes al gobierno al no incluir los necesarios para construir el muro en la frontera con México que exige Trump. Sin embargo, la dimisión de Mattis y su razonamiento -“el presidente tiene derecho a tener un secretario de Defensa cuyas opiniones se alineen mejor con las suyas”- a raíz de la decisión de sacar las tropas estadounidenses de Siria y sus consecuencias geoestratégicas, va más allá. Mattis acusa nada veladamente a Trump de poner en riesgo todo “el sistema de alianzas” que han dado a EEUU “nuestra fuerza como nación (...) indispensable en el mundo libre” sin el que “no podemos proteger nuestros intereses”. O, como ha dicho el senador republicano Marco Rubio, “una serie de graves errores políticos que pondrán en peligro a nuestra nación, dañarán nuestras alianzas y darán fuerza a nuestros adversarios”. A Trump le da igual abrir a Rusia las puertas de Oriente Medio mientras las cifras macroeconómicas -que no son del todo fieles a la realidad socioeconómica estadounidense- sean positivas; también abandonar a los kurdos si la industria de Defensa firma contratos como el de 1.200 millones en misiles Patriot sellado con la Turquía de Erdogan. Pero ha tocado una fibra sensible en el estadounidense: la consideración de EEUU en el mundo. Y tras Mattis, Washington se revuelve.
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