Pues sí. En casa hay quien cree que el personaje de El Grinch está basado en mi persona, sobre todo, por aquello de la urticaria que padezco cada vez que las fechas navideñas inundan de buenos propósitos comerciales todas las parrillas de televisión y los escaparates de cada una de las tiendas que existen en este territorio. Reconozco que la iluminación navideña, los menús especiales que discrepan con la limitada capacidad humana en la ingesta de alimentos, la impostura generalizada y los requerimientos únicos que impone cada fin de año se me hacen muy cuesta arriba. Y cada vez más. Sin embargo, y pese a todas las consideraciones previas, el salón en el que acostumbro a adocenarme en el ínterin entre cada jornada laboral ya dispone de un árbol navideño que presume de kitsch, con una decoración profusa en estrellas de colores, en serpentinas brillantes y en figuras de ungulados y astados de difícil catalogación, que compiten en la habitación con un compendio de elementos decorativos hijos de un profesional aquejado de daltonismo. Como pueden comprobar, hace tiempo que mi coherencia vital quedó degradada por sus reiteradas incomparecencias. Al menos, yo lo reconozco. Dicen que es el primer paso para superarlo.
- Multimedia
- Servicios
- Participación