La cumbre de la Unión Europea que concluyó ayer en Bruselas ha vuelto a poner de manifiesto que en el momento actual, lo urgente se impone a lo importante. Lo urgente era salvar una bola de partido que amenazaba al Gobierno de Angela Merkel y, con su posible inestabilidad, podría arrastrar la fortaleza del eje franco-alemán apenas recién reconstituido tras el impacto del Brexit y como casi único dique frente a la presión de los populismos en muchos países de la Unión. Sorprendentemente, la presión sobre el gabinete cristianodemócrata alemán viene dada por un sonoro cuestionamiento de las políticas europeas de inmigración, en las que Merkel fue una roca que ancló la gestión de la crisis de los refugiados sirios hace tres años. La sorpresa es que, pese a la solvencia con la que la primera ministra alemana hizo firmes las convicciones del derecho de asilo y de la ventaja económica competitiva que una inmigración controlada podría suponer para su país y, por extensión, para buena parte de una Europa demográficamente estancada, la nueva crisis migratoria tiene más que ver con el ruido que con los hechos. Estos hablan por sí mismos. La crisis de refugiados hacia Grecia que hizo saltar todas las alarmas tanto en su vertiente humanitaria como sobre la sostenibilidad del flujo que Europa era capaz de absorber, elevó en 2015 la entrada de inmigrantes por el Mediterráneo hasta 1.015.000 personas. Al año siguiente no llegaron a 363.000 y el pasado fueron 172.000. En lo que va de 2018, el total de inmigrantes llegados a las costas mediterráneas de Europa no llegaba a 45.000 hasta el jueves. El elemento diferencial que ha provocado el tensionamiento de los principios de asilo y compromiso humanitario de Europa tiene más que ver con un discurso ruidoso, xenófobo, intolerante y populista que distrae de los verdaderos problemas a las opiniones públicas de media Europa. Empezando por Italia, cuyo nuevo Gobierno no hace sino aplicar el mismo discurso que ha servido a los de Hungría y Polonia para fortalecerse internamente sin tener que solventar ninguno de los retos socioeconómicos que les atosigan. El riesgo de contagio es grande porque la manipulación de la opinión pública está siendo un éxito. Pero la Unión, si debe seguir siéndolo, no puede temblar ante estrategias de corto plazo sino reforzarse en los principios de solidaridad interna que la vieron nacer.
- Multimedia
- Servicios
- Participación