No deja de ser resaltable que el primer aniversario de la victoria de Donald Trump en las presidenciales de Estados Unidos le halle de visita en China, país al que atribuyó en campaña buena parte de los males que afectaban y afectan a la sociedad estadounidense. De hecho, sus promesas de medidas -hoy aún pendientes- para limitar el déficit comercial con China fueron parte relevante en la movilización del apoyo al Trump candidato entre los blue collar workers de los estados del Medio Oeste, tradicionalmente demócratas pero los más golpeados por la crisis industrial, que finalmente le acabaría por dar la presidencia. Sin embargo, en su reunión de hoy con Xi Jinping, Trump ampliará los 19 acuerdos empresariales que en la primera jornada de la visita rubricaron su secretario de Comercio, Wilbur Ross, y el viceprimer ministro chino Wang Yang, por más de 9.000 millones de dólares. Y lo hará pese a los 233.000 millones de déficit comercial que EEUU tiene con China en los primeros diez meses de 2017 (un 8% más que en el mismo periodo de 2016), lo que invierte la tendencia que lo había reducido (-5,5%) en el momento en que llegó a la Casa Blanca. La economía china a la que Trump prometió imponer aranceles del 45% sigue exportando a Estados Unidos el 20% del global de sus exportaciones y cuatro veces lo que importa de Estados Unidos, pero Trump no ignora que absorbe el 47% de las exportaciones de EEUU de fruta y granos, el 12% de las de aviones y el 23% de productos de madera además de que muchas de las principales multinacionales estadounidenses verían reducidos sus beneficios, hasta un 15% según algunas fuentes, si su producción en China (más de 20.000 empresas de capital mixto) se viese afectada por políticas proteccionistas. Trump puede disfrazar su viaje, evidentemente económico, con el traje de la tensión en la península de Corea para no provocar recelos ni en aquellos que le confiaron su voto ni en sus tradicionales aliados del Pacífico, especialmente Japón, tras haber firmado la salida de EEUU del Acuerdo Transpacífico que había firmado con otros once países, pero lo cierto es que difícilmente va a cumplir sus promesas electorales, más bien al contrario, respecto al que en realidad es al mismo tiempo su principal socio, su primer competidor económico y el principal tenedor de su deuda pública.