La fulminante respuesta del Gobierno español tras la autorización del Senado para la aplicación del artículo 155 de la Constitución pocas horas después de la declaración de la república catalana por parte del Parlament y cuyas consecuencias más inmediatas ya se han puesto en marcha con la impositiva suspensión del autogobierno, la liquidación de las instituciones legítimas de Catalunya y la antidemocrática intervención y toma de control de todas las estructuras de la Generalitat -con la destitución del president y del Govern y su sustitución por los ministros, así como de responsables y cargos como el major de los Mossos, Josep Lluís Trapero-, la disolución de la Cámara elegida por la ciudadanía y la convocatoria de elecciones, entre otras graves medidas, abocan a Catalunya y al Estado a una preocupante situación de excepción y de riesgo con escenarios muy abiertos. De momento, todos los acontecimientos -realmente históricos- que se están viviendo se están desarrollando dentro de unos parámetros de civismo y no violencia que deben mantenerse por encima de todo. Por una parte, el independentismo, logrado su primer objetivo de declarar la república, tiene aún el gigantesco reto de la legitimación interna y externa del que sería nuevo estado, sobre todo sin estructuras aún definidas. En su comparecencia de ayer, Carles Puigdemont dio a entender que no asume su destitución, aunque tampoco aclaró si la acata o si seguirá actuando como president. Su llamamiento a la ciudadanía catalana a ofrecer una “oposición democrática” a la intervención del Estado a la vez que demandó “paciencia, perseverancia y perspectiva” sugiere una previsible pero incierta organización institucional paralela. No hay que olvidar, por otra parte, que la maquinaria judicial seguirá su curso, que se prevé implacable, con querellas por rebelión y con futuras y nada descartables detenciones. Una de las claves en los próximos días será la respuesta del soberanismo a la convocatoria de elecciones para el 21 de diciembre, sin que pueda descartarse incluso unos comicios alternativos. Mientras las fuerzas que apoyan el 155 han arrancado ya su campaña, la duda es qué harán los partidos independentistas: presentarse (juntos o en lista única) u optar por el boicot. Curiosamente, acudir o no a unas elecciones autonómicas será la primera gran decisión en la recién proclamada república catalana.
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