En el tablero, prácticamente solo hay un elemento que invita a albergar cierta esperanza -bien es cierto que escasa- en que el conflicto entre el Estado y Catalunya pueda frenar la espiral ascendente actual tendente a llegar a un punto de no retorno, seguramente indeseable para todas las partes en los términos en los que ahora mismo se perfila. Y ese elemento es la partida al más puro estilo póquer que Carles Puigdemont y Mariano Rajoy vienen jugando desde que el pasado día 10 el president propusiera al Parlament suspender la declaración de independencia y el presidente anunciara un doble plazo para que Puigdemont respondiera a su requerimiento aclaratorio sobre si en el mencionado Pleno había declarado o no la independencia antes de activar el ya famoso artículo 155 de la Constitución. Más allá de que ninguno de los dos actores se haya movido de sus posiciones y que, por tanto -y ya expirado el primer plazo de respuesta el lunes pasado y a las 10.00 horas de esta mañana, el segundo-, el bloqueo y enquistamiento del conflicto no ha hecho sino aumentar -con añadidos nada intrascendentes como la prisión decretada por un presunto delito de sedición contra los presidentes de la ANC y Òmnium-, lo cierto es que Puigdemont y Rajoy trasladan también la sensación de que ninguno de los dos quiere aparecer como el responsable de la decisión que sitúe el conflicto en el punto de no retorno, quizá en buena medida por una cuestión de la batalla por el relato pero también en la creencia de que ganar tiempo puede reforzar sus respectivas posiciones. En ese sucesivo intercambio de pelota del tejado de Moncloa al de la Generalitat vivido en la última semana y media, Rajoy hacía ayer un último movimiento mostrando su disposición a paralizar la aplicación del 155 si Puigdemont convoca elecciones, hipótesis que desde el propio Govern se intentaba ayer desactivar. La fórmula elecciones plebiscitarias ya la ejecutó el sector soberanista catalán en los comicios de 2015, parece complejo que Puigdemont adopte esa vía que muchos interpretarían como un paso atrás. Otra hipótesis sobre la mesa que incluye la variable electoral es la de que Puigdemont responda a la ejecución del 155 con la declaración unilateral de independencia y una convocatoria de elecciones constituyentes. O, simplemente, que la activación del 155 apareje la convocatoria de elecciones autonómicas. Escenarios electorales todos ellos pero bien diferentes en cuanto a contexto.